Si en algo me ha ayudado el entrenamiento con armas de Eskrima es a mantener la calma, a gestionar el estrés y en consecuencia a estar relativamente sereno en medio de la tormenta.
Experiencia vs. expectativas.
Es algo que no sabes cuando ocurre, imagino que sucede cuando tu experiencia ya ha superado tus expectativas y la imaginación ya ha dejado de recrear situaciones febriles e insensatas .
La realidad ya ha superado a la ficción en tu vida.
Cuando no hay hueco posible al engaño, tus prioridades empiezan a rellenar lo huecos en los que las flaquezas anteriores (miedo) se adueñaban totalmente de la situación y tomaban el control.
Básicamente siempre pasas nervios, siempre tienes miedo de que algo salga de tu control. Pero no dejas que eso te frene y no dejas que se note.
Si os soy totalmente sincero, considero que la falta de calma ante una situación de estrés estás directamente relacionado con la falta de confianza en uno mismo, que a su vez está relacionado con la falta de experiencia, que a su vez está relacionado con una falta de conocimiento real…
Ojo, es igual de negativo el exceso como la falta de confianza. Hablamos de un equilibrio básico entre ambos extremos.
Recuerdos.
Hace nada, hablando con mi amiga Laira, camarera de la noche en sus tiempos libres, cantante como pasión y profesión, me decía que siempre le llamaba la atención lo calmado que se me veía en todo momento cuando en el trabajo (por la noche, «gestionando personas con conciencias alteradas) debía actuar de alguna manera.
Ella siempre me recuerda aquel día que saqué a un tipo del bar con un mataleón, bastante bien encajado, sin que se me notara en la cara ni un ápice de nervio.
La paciencia y la experiencia tiene todo que ver con esto que os cuento. No dejar que ese «fuego que arde dentro» mande mensajes erróneos en estos momentos cruciales. Hay que tener dentro al «demonio atado».
Controla lo incontrolable.
Es una cuestión de práctica y de «no hay otro remedio», debemos «colaborar con lo inevitable».
Cuando estás solo en una puerta (Bouncer)y los problemas vienen a ti, debes asumir cierto estado de calma para poder sobrevivir al ritmo frenético, a todo ese estrés que genera de «trato con escoria» que impone la nocturnidad.
Tu adversario no debe sentir que estás nervioso, indeciso o bloqueado. En una «situación límite», fuera de tu zona de confort, te vas a acercar (quieras o no) a tu estado animal más primitivo. Dejar ver tus «flaquezas» al «enemigo» va a jugar irremediablemente en tu contra.
Así que debes representar tu mejor papel como «actor» (actuar, acción). Que el «público» no note ese nervio. Sé quien tengas que ser, la mejor versión de ti mismo, porque de ello va a depender tu vida.
Cuando hablo de Eskrima y de la «transferencia» que me ha dejado en mis años de nocturnidad, es porque «valoro desmedidamente esa calma», esa capacidad de gestionar el estrés y en definitiva esa capacidad de enfrentarte a mis miedos que viene directamente de cuando estás delante de alguien, con un arma, dispuesto a golpearte duro y que va a darlo todo para «finalizarte».
Se dice que «después de la tormenta siempre llega la calma» y estoy de acuerdo, pero si la calma no está presente durante la tempestad, la empresa no va a llegar a buen puerto.
Calma y experiencia.
En este mundo tan solo hay tres maneras de aprender:
- Entrenando duro y real.
- Obteniendo información «real y alternativa».
- Experiencia a «toro pasado».
Vamos a desarrollarlo un poco:
- El punto número uno, entrenar duro y real, no lo voy a comentar demasiado porque me parece tan obvio que añadir más al asunto es desvirtuar la importancia de su simpleza.
- El segundo punto, obtener información, es porque considero fundamental el proceso de búsqueda de información veraz. Hay muchos métodos, desde los más usuales como internet o libros (mi preferido) a salir por ahí, conocer y preguntar a los protagonistas de la violencia. Visualizarte en medio de la batalla te va a dar perspectivas diferentes, maneja la información e intégrala en tus programas mentales, todo esto te hará avanzar y posicionarte un poco mejor a la hora de la verdad.
- Y el último punto, el más importante. Que nadie te engañe: Siempre vas a aprender cuando el «jaleo» haya pasado, cuando todo haya terminado, y a lo mejor no te das cuenta inmediatamente. Sacarás conclusiones, aprenderás de tus errores (que serán muchos e importantes), empezarás a agradecer a tu «Ángel de la guarda» (o en lo que sea que creas) por la protección que te brindó en aquellos momentos.
- Crearás alianzas con compañeros, clientes, amigos y construirás poco a poco un aura de seguridad y calma que te hará menos vulnerable a toda la mierda que te rodea.
Conclusiones.
Ser inteligente es ser consciente de tus limitaciones. No tener miedo es imposible.
Después y durante cada historia vas a sufrir las consecuencias fisiológicas del «encuentro». El estrés irá tomando posiciones de manera inmediata para dejarte claro que eres un «animal humanizado«.
El miedo es una barrera de defensa natural, huir es el primer impulso para no sufrir daños. Aprende que el lenguaje, todo el ritual previo a la lucha, es tu territorio, tu dominio (de dominar).
No tengas prisa, es cuestión de darle tiempo a la maquinaria.
Recuerda recuperar prácticas en las que la calma se den de manera más o menos clara. Todo lo que adelantes en estos métodos te ayudará en una situación de estrés. Recuerda la respiración táctica de los «francotiradores de élite». Recuerda la práctica de Yoga o meditación, aunque parezcan estar en el polo opuesto de la batalla, forman parte de ella de manera muy impactante.
Más relación tengas con el estrés a través de tu entrenamiento (duro y real, no hay otro remedio), más cerca te encuentres de lo inesperado, más entiendas la violencia, más abras la puerta a conocerte a ti mismo y, porqué no admitirlo, superar el miedo al dolor y al «qué va a pasar» (la incertidumbre que te bloquea), más cerca estarás de desarrollar tu capacidad de supervivencia a unos niveles aceptables.
Termino con una frase para la reflexión del gran Nelson Mandela:
«El hombre valiente no es el que no siente miedo, sino aquel que lo conquista».