A petición de uno de mis estudiantes / amigos voy a intentar poner en palabras un sentimiento que es muy complicado describir. Suelo decir en clase que para hacer Eskrima hay que «tener al demonio dentro bien atado» y de vez en cuando soltarlo un poco cuando lo necesitemos para sobrevivir.
¿El demonio atado?
Si nunca has hecho sparring, o tus entrenos nunca te han llevado al extremo del dolor, la frustración y la emoción, posiblemente no entiendas de qué estoy hablando.
Quizás sea una entrada muy emocional y poco técnica, poco instructiva.
Esta es una de mis más firmes convicciones: la pelea no se piensa, se siente. Para intentar mostrar qué quiero transmitir en clase busco ejemplos gráficos que sustenten este camino.
A veces tejer palabras es igual de complicado que luchar con armas. Voy a simplificarlo aunque ello suene un poco rudo:
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Sin agresividad no hay Eskrima.
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Sin violencia no hay Eskrima.
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Seamos claros: La «violencia» y la «agresividad» son herramientas de la supervivencia.
Que mal queda esto así escrito ¿verdad? Pues no hay otra. Haciendo «juegos estrambóticos» de palos, espadas y cuchillos varios, lo único que vas a lograr es que te maten.
Anécdotas.
Me acuerdo de una anécdota que me contaron de los viejos tiempos.
Imaginad un bar, una pelea y dos sujetos. Un sujeto Gringo molesta a otro sujeto filipino. A la hora de la verdad y cansado de los insultos el filipino saca su arma, el gringo muy de película le dice: «suelta el arma y pelea como un hombre», la reacción del filipino es sacar otra arma, lanzarla hacia donde estaba el peliculero y decirle: «los hombres pelean con armas«.
Donde muchos verán locura, yo veo un hombre de verdad. El diablo atado o desbocado, todo depende.
Ya lo dice la máxima latina (que se le atribuye erróneamente a Julio César): «Si vis pacem, para bellum» – Si quieres paz, prepárate para la guerra.
Hay que practicarla. Ser «buena persona» es imprescindible. Aunque a veces me he equivocado, selecciono mucho con quien comparto mi Eskrima. Presupongo que todo se reduce a buscar el equilibrio.
No se puede conocer lo bueno que hay en uno mismo, si no se tiene una relación muy estrecha con los «demonios» que todos llevamos dentro. En la tradición cristiana, muy arraigada en la cultura Filipina (que influye evidentemente en la cultura marcial de la Eskrima), está presente la figura de San Miguel, representante por excelencia de la lucha eterna entre bien y mal.
Qué interesante el mensaje que subyace de una lectura un poco más profunda: El Arcángel es un «ángel guerrero» comandante de los ejércitos celestiales (toda una paradoja) y Satán, que antes de ser repudiado, fue un ángel muy cercano a «Dios».
Presiento que estas batallas nos acompañan muy de cerca por el resto de nuestra vida.
Eskrima es un gran intermediario para con nosotros mismos:
- Si cuando estás peleando no sientes algo de miedo y pasión.
- Si cuando desarmas no sientes ira y quieres explotar.
- Si cuando te golpean no te creces y algo dentro de ti despierta.
- Si cuando has caído no te hierve la sangre y te levantas siendo dos veces tú.
- Si cuando entrenas y ya no puedes más no das ese extra que ni tú sabes que llevas dentro.
- Si algo duele (físico o mental) y eso que pretende hundirte no te nutre y fortalece el alma
… quizás te has equivocado y sin saberlo quieres continuar jugando a ser uno más. Eso está lejos, muy lejos del camino «Orihinal» de la Eskrima.
Para mi, Eskrima es transformación (místico, pero real).
Coincidimos con la misma mentalidad.
Sin duda es algo latente en la lucha real. Gracias.