Si el paso del tiempo me ha enseñado algo ha sido a respetar mis raíces. La balanza de mi ideología no se inclina hacia ningún sitio. Tengo claro que la situación precaria actual de valores es un mal endémico que se entiende estudiando un poco de historia y que es tal su calado que no merece la pena por más que seguir recordando de donde venimos para entender hacia donde vamos.
Soluciones
La solución comienza en el punto en el que seamos capaces de alejarnos individualmente de tanta insensatez y vende humo de guante blanco. Lo políticamente correcto, en este y otros muchos casos, es lo más incorrecto del asunto.
La historia, esa a la que hago mención y que ilustra con matices de sabiduría a la cultura (tan devaluada en estos tiempos), es una tapiz sobre el que todos han pretendido dibujar, con sus luces y sombras, una realidad imparcial en todo caso y que a pesar de ello debemos tener muy en cuenta.
No soy muy religioso, aunque tengo inquietudes y paradojas dignas de estudio. Investigando un poco me di de bruces con un hecho que me sorprendió , me di cuenta de la incultura (inculcada desde pequeño en la escuela) tan tremenda que tengo de la propia historia de este país en el que he venido a nacer.
Resulta que a mis casi 40 años de juventud, descubro el porqué de una festividad como hoy, Feriado (como dicen mis amigos Ecuatorianos) de la «Inmaculada concepción», que es de paso Patrona de la Infantería Española.
El Milagro de Empel, a la mayoría os sonará a cuento chino.
Es una historia a tener muy en cuenta, y que muestra como fueron aquellos guerreros de los tercios viejos en tierras lejanos que de paso llevaban los mismos nombres y apellidos que tú y que yo, es decir eran Españoles.
Y es que las hazañas de aquella gente que daba su vida a cambio de nada, es la historia de los que hoy escribimos, leemos y vivimos en una tierra que ni tan siquiera se digna a dar un recuerdo merecido a los suyos, los nuestros.
Me da «mucha pena» cuando escucho frases como:
«Si habla mal de España es español».
No se puede estar más desubicado y ser más desagradecido. Al carajo con todo eso.
Vine a nacer, sabe dios porqué, a una tierra llena de recuerdos con sus olvidos y gestas difuminadas de hombres (un tipo de ser) que ya no existen.
Un día, hace no tanto, se instauró la patanería acérrima y el extremismo sin colores que mira hacia otro lado porque interesa más criticar que construir.
Un poco de historia, de esa que a pocos le importa… pero que a mi me hace sentir honrado. Disfruten pues esos pocos.

Cuadro de Ferrer-Dalmau representando este momento histórico.
La Historia
El Milagro de Empel ocurrió los días 7 y 8 de diciembre de 1585 durante la Guerra de los Ochenta Años, en la que un Tercio del ejército español, comandado por el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, se enfrentó y derrotó en condiciones muy adversas a una flota de diez navíos de los rebeldes de los Estados Generales de los Países Bajos, bajo mando del almirante Hohenlohe-Neuenstein. Se considera que la victoria fue gracias a la intercesión de la Inmaculada Concepción y por ello la Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles, actual Infantería Española y es fiesta nacional en España el día 8 de diciembre.
El Milagro
De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesta por unos cinco mil hombres, combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueada por completo por la escuadra del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era desesperada para los Tercios españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas.
El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Hohenlohe-Neuenstein recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.
En ese crítico momento un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción.
Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:
Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperaban en su bendito día.
Esa noche, se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir:
«Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro»
Sin embargo, este patronazgo se consolidaría trescientos años después, luego de que la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. El 12 de noviembre de 1892, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra de España, por real orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo.
Fuente de información Wikipedia.
* Imagen de portada del gran FERRER-DALMAU