Siempre he considerado que enseñar Eskrima concretamente y por extensión artes marciales o defensa personal es una gran responsabilidad.
Eskrima y enseñanza.
Para mi en Eskrima esta responsabilidad se traduce en estudio y mejora constante.
Hace nada un amigo me mandaba la historia del «anciano maestro« que paso a compartir (un poco versionada y/o retocada para hacerla más acorde al propósito de mi entrada), me parece un gran ejemplo para todos aquellos que de una u otra manera nos dedicamos a la enseñanza.
No hay escusas, ya lo dijo el político estadounidense Benjamin Franklin:
«Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo».
Transmitir un «buen legado» a nuestros estudiantes es quizás uno de los grandes valores y responbilidades implícitas en esto de mostrar las artes marciales.
Recuerda la frase:
«Cuando uno enseña, dos aprenden.»
El anciano maestro.
Un anciano Maestro, ya retirado de la vida pública, en mitad de una conferencia sobre «educación», conoce a un joven que se le acerca con cierta premura, éste con voz emocionada le pregunta:
– ¿Maestro, se acuerda usted de mí?
El anciano dice que no, su mente ya no le da para mucho. Entonces el joven, conteniendo la emoción le dice que, hace años él fue su alumno. El profesor sorprendido le pregunta:
– ¿Y qué estás haciendo ahora?¿cómo te ganas la vida?
– Yo ahora soy profesor, me dedico a enseñar.
– Ah! Qué bien! dice el maestro ¿Como yo hace años?
– Sí. Me convertí en maestro porque usted un día me inspiró a ser como usted.
El Maestro no parecía entender del todo y tras pensar un momento le preguntó al joven cuándo fue que él lo inspiró de alguna manera a ser maestro.
El alumno cuenta la historia:
– “Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj nuevo a clase, me gustó tanto que decidí que lo quería para mí y se lo robé. Poco después, mi amigo notó que se lo habían robado, fue a usted y denunció el asunto. Entonces usted muy indignado por el asunto se dirigió a la clase:
– Un reloj ha sido robado en clase. Quien lo robó, por favor que lo devuelva inmediatamente.
– Yo no lo devolví porque no quería hacerlo, me gustaba demasiado. Entonces usted se fue hacia la puerta de clase, la cerró despacio y nos dijo a todos que nos pusiéramos en pie. Iría uno por uno buscando en los bolsillos hasta encontrar el reloj. Acto seguido nos pidió que cerráramos los ojos.
Todos cerraron los ojos y usted fue bolsillo por bolsillo. Cuando llegó al mío, evidentemente encontró el reloj y simplemente lo tomó entre sus manos. Continuó con el proceso de búsqueda en el resto de alumnos, y cuando terminó, dijo:
– Por favor, abran los ojos. Ya tenemos el reloj.
-Se lo devolvió a mi amigo. Usted en ningún momento me dijo nada. Nunca más mencionó aquel episodio. Nunca dijo quién había sido el que había robado aquel reloj.
Usted salvó mi dignidad. Fue el día más vergonzoso de mi vida. Pero también fue el día en que me salvó de convertirme ante los ojos de los demás en un ladrón, en mala persona…
No me dio apenas una lección moral al respecto. Pero yo recibí el mensaje alto y claro. Y entendí, que esto es lo que debe hacer un verdadero educador. ¿Se acuerda de ese episodio, maestro?
Y el profesor respondió:
– Recuerdo la situación, el reloj robado, recuerdo que busqué en todos los bolsillos y que lo encontré. Pero no te recordaba a ti porque mientras buscaba, yo también había cerrado los ojos...
Esto es la esencia de la decencia. Si Para corregir a alguien necesitas HUMILLAR de alguna manera… ten por seguro que no sabes enseñar!
…»no te recordaba a ti porque mientras buscaba, yo también había cerrado los ojos…»
Me ha encantado!!!
Gracias José 🙂
Es brutal, mola que te haya gustado.