Eskrima, respetar es dejar que se cometan errores.
En Eskrima es interesante o mejor dicho desesperante, ver como se degrada el asunto de la enseñanza. Bajo mi humilde punto de vista es más que cuestionable el método de «disciplina» actual, aunque también hay que reconocer que Eskrima en lo que respecta a enseñanza nunca ha estado a la vanguardia.
Ya he hablado con anterioridad de la importancia de los compañeros de entrenamiento (por supuesto también la de nuestros maestros) en nuestro proyecto de aprendizaje.
Opino que debemos buscar a Maestros que nos saquen de nuestra zona de confort, que nos empujen, presionen y en ciertos aspectos nos incomoden, para en definitiva, mejorarnos como personas y luchadores.
Hoy quiero incidir una vez más en aquella afirmación rotunda y necesaria que marca la obligación que adquirimos con nuestro compañero dejándolo cometer sus propios errores.
Eskrima se aprende errando.
Yo no sé a vosotros, pero a mi personalmente me parecen realmente impropias aquellas formas de entrenamiento en las que el compañero colabora SIEMPRE durante la sesión de entrenamiento.
Es una escusa barata aquello de «está estudiando el movimiento». El caminar se demuestra caminando. Ya ni os cuento en el modelo actual, que se está implantando con una fuerza inaudita, los cursos (incluidos de instructor) online de Eskrima, pero esto da para otra entrada.
Aquello que un día definí en este mismo blog como los «frozen fighters«, es decir; compañeros que atacan sin ningún tipo de intención, se detienen (congelan) y esperan que su «no-adversario» haga una dudosa demostración técnica de habilidades estériles.
No hay nada más incondicionalmente alejado de la realidad que este «no-método» de entrena-miento.
Lo mismo pasa cuando hacemos drills y más drills sin sentido ni dirección alguna. Esa mutua colaboración absurda en la que se repiten bucles de secuencias inconexas es lo más absurdo que se puede practicar.
La relación entre compañeros, o entre Maestro y alumnos deben estar basadas en la colaboración, por supuesto, para mi, a mi forma de entenderlo se trata de una cuestión de intensidades de trabajo que se modulan dependiendo del tipo de trabajo que se quiera realizar, basados contantemente en la resistencia y en la presión (modulable en intensidad), esto es Eskrima: RESISTENCIA.
Eskrima y tradición.
Eskrima tiene una tradición didáctica basada en el «uno a uno». En el que el dolor y el sparring (en diferente niveles e intensidades) tienen (o deberían tener) un claro protagonismo.
Es algo que me gusta definir como «enseñanza informal a golpes» (que entiendo no es para todo el mundo). La Eskrima es informal en su esencia, eso siempre me ha gustado, lo importante es la práctica constante y el «ritual» fundamental; el respecto.
Es muy cierto que esta forma de entender la práctica no tiene muchos adeptos hoy en día (menos actualmente ya que esto del sparring online aun no creo que se hay inventado). Me hago cargo de ello.
Eskrima también es cambio y no hay ningún tipo de problema cuando nos planteamos que las cosas pueden ser planteadas de otra manera.
Lo tradicional y lo moderno deben coexistir (y apoyarse mutuamente) para llevarnos a un punto de equilibrio beneficioso, basado en la idea irremplazable de la «realidad» como horizonte y es aquí donde indico en la necesidad de la «no colaboración» (constante) de nuestros compañeros (o alumnos); respetarlos es dejarlos fallar.
Flaco favor le hacemos a quien se ponga con nosotros si en cualquier contexto de práctica constantemente beneficiamos, allanamos y ayudamos al que se pone frente a nosotros.
Es una cuestión de ética, la lucha, la de verdad, se basa en la RESISTENCIA. ¿Qué hace creer a la gente que pueden enseñar un sistema supuestamente fiable (de principio a fin), si jamás, o más aun, desde los inicios, no tenemos claro que todo lo que pretendemos aplicar, debe funcionar bajo los parámetros (por otro lado, tan solo replicables en cierta intensidad) de estrés, máxima velocidad, máxima resistencia?
Este sentimiento «tradicional» (mal interpretado) e impuesto para mentes «blanditas occidentalizadas» de que respetar a tu compañero, colaborando con la desidia, es dejarlo trabajar siempre sin dificultades y que siempre parezca que lo hace bien, es totalmente contradictorio cuando hablamos de autodefensa real.
Si no aprendes a lidiar con la frustración, con el agobio que supone tener que repetir mil veces una técnica hasta que descubres «la causa de tu propio ignorancia», mal vamos cuando el mundo se vuelva del revés y tengamos que hacer frente a una situación para la que ni aun estando medianamente preparado, sabremos si saldremos bien de ella o no.
Vamos a definir el asunto.
No se trata de hacerle la vida imposible al compañero, no se trata de hacer bullying marcial a nuestros compañeros (esto es ego de borrachos), se trata de que cuando estamos en fases de sparring, o de ejercicios en los que las habilidades técnicas dependan en un alto porcentaje de la improvisación, y de cierta libertad (necesaria) en la que haya armas interviniendo, debemos ser lo suficientemente honestos como para «no colonizar el espacio» del que quiere mejorar y oponer la suficiente resistencia para que mejore.
Ayudar, llegados a este punto, nunca va ser dejarlo hacer para que luzca bien y así se sienta magníficamente identificado con el grupo y regrese para pagar sus cuotas.
Pensad durante un segundo, me llevo la cuestión al extremo de las fuerzas especiales del ejército. Hace nada comenzaba a leer un libro que resulta en ciertos puntos desgarrador. Se trata de «Marching with the devil» de David Mason, un abogado australiano que desencantado con su forma de vida decidió alistarse a la «legión extranjera«. Para los que no estéis familiarizados con ello, es una «sección de élite del ejército francés» en el que admiten a personas de cualquier nacionalidad, suelen hacer despliegues por todo el mundo (sobre todo áfrica).
Running to the extreme…
En su afán de aventura se metió quizás en uno de los sitios más duros en lo que a disciplina radical se refiere.
Sin duda desde el primer día, en el que se alistó en un cuartel de París, todo fueron dificultades, problemas y retos impensables para su acomodada vida anterior (es justo lo que decía buscar). Tuvo que reponerse por sí mismo a todos estos inconvenientes y fue tal la experiencia que después de muchos años ya retirado, decidió escribir este libro para dar testimonio de lo que significa la resilencia.
Quizás este extremo os haga entender que un camino de rosas no te prepara para la guerra. Y hoy en día, ahí fuera, tal y como está la cosa, un entrenamiento «blandito en exceso» no creo que te empodere de tu propia seguridad.
Os recuerdo aquello de que cometiendo nuestros propios errores es como realmente vamos a forjar un carácter de resilencia lo suficientemente poderoso como para hacer frente a una agresión real, que se va a dar (ojalá que no) en el momento menos esperado, en el día menos pensado y bajo las circunstancias menos favorables (va a ser así siempre).
Así que cuando entrenamos, en nuestro laboratorio, desde la comodidad de un ambiente controlado, debemos encontrarnos con esa resistencia, que no es totalmente real, pero que nos condicionará positivamente y al menos nos situará en la dirección adecuada.
La palabra clave de todo esto que os vengo contando, con respecto a la forma que debemos afrontar nuestro entrenamiento en Eskrima (de la que ya hemos hablado en este blog), se llama RESISTENCIA, hazte un favor y no lo olvides nunca, tu vida puede depender de ello.
Eskrima y frases:
Decía Albert Einstein una frase que suelo repetirme a mi mismo cuando las cosas se tuercen, o cuando el desencanto parece alejarme de mis objetivos vitales :
«Una persona que nunca cometió un error, nunca intentó nada nuevo.»
«Respetarlos es dejarlos fallar.»
Se sale José.
Gracias
Respeto, esa cosa que cada vez se usa menos.
Gracias Óscar.