Eskrima es historia, ambas cosas conjugadas me apasionan. Se trata de un vínculo extraño y remoto, es como el vívido recuerdo de una vida pasada basada en la espada y las letras.
Si piensas en Eskrima, puede que esta sea una entrada atípica. Si piensas en cultura, todo cobra sentido.
Llevo tiempo planificando una entrada de estas características y por fin aquí está.
He querido recopilar entradas literarias de alguno los grandes escritores del siglo de oro en los que hicieron referencia a los Tercios y por ende a sus experiencias en las milicias.
En Eskrima, si hablamos de Espada y Daga, hablamos de los Tercios, no hay más.
De esta forma y en síntesis, presento una escueta biografía de cada uno de los protagonistas, con algunos versos destacados que a mi personalmente me hacen viajar a otra época.
La entrada es un tanto extensa, me hago cargo. Pero creedme, merece la pena dedicarle un breve tiempo a estos grandes de las letras y la espada.
Siglo de Oro.
Los siglos XVI y XVII supusieron para España, casi por castigo: un torrente de oro y otro de acero , el que se empuñó sin descanso hasta que no quedaron brazos sanos que lo sostuvieran. Poco o nada queda ya de aquella época aparte de las cicatrices y el olvido.
Un curioso legado que pretendemos rescatar: los poetas soldados, armados con sus versos y el acero de su espada.
Si algo hay que alabar del poderío de los tercios viejos yo empezaría por su organización y el desarrollo de estrategias que los llevaron a alcanzar grandes y míticas victorias. Pero lo que más destacaría sería la bravura de sus integrantes.
Además de Calderón de la Barca o Ángel de Saavedra, otros autores, que nacieron a lo largo de los siglos en los que estuvieron activos los tercios, autores nacidos en el siglo XX también dedicaron poemas y letras a esta unidad militar del ejército español.
España mi natura,
Italia mi ventura,
¡Flandes mi sepultura!
Esta estrofa anónima se hizo muy popular entre los soldados españoles en la segunda mitad del siglo XVI.
Allende nuestros mares,
allende nuestras olas:
¡El mundo fue una selva
de lanzas españolas!
En Flandes se ha puesto el Sol
En este fragmento que sigue del poema “En Flandes se ha puesto el sol”, Eduardo Marquina, nacido en 1879 y muerto en 1946, cuenta como una pequeña unidad española de infantería intenta ayudar a los habitantes de una aldea.
Capitán y español, no está avezado
a curarse de herida que ha dejado
intacto el corazón dentro del pecho.Ello, ocurrió de suerte
que a los favores de un azar villano,
pudo llegar el hierro hasta esa mano,
que tuvo siempre en hierros a la muerte.Y fue que apenas roto
por nuestro esfuerzo el muro,
salieron de la aldea en alboroto
sus gentes, escapándose a seguro.Niños, mozos y ancianos,
en pelotón revuelto, altas las manos
como a esquivar la muerte, que les llega
envuelta en el fragor de la refriega,
a derramarse van por los caminos
y los campos vecinos…Y va su frente y clama
que les tengan piedad en tanta ruina,
dando al aire sus tocas, una dama
que pone, ante la turba que la aclama,
la impavidez triunfal de una heroína.Corriendo a hacer botín de su hermosura,
la rufa soldadesca se amotina,
y en vano ella procura,
en súplicas, en lágrimas deshecha,
acosada y rendida,
entregando su vida
triunfar de la deshonra que la acecha.Va a sucumbir; pero en el mismo instante,
una mano de hierro abre a empeñones
el cerco jadente
de suizos y walones,
y el capitán ofrece a la hermosura
la hidalga proteccion de su bravura…Domeñado y sujeto
queda el tercio a distancia; ella respira:
‘Pasad, señora que por mi os admira
y por mi os tiene España por su respeto’,
dice, y levanta el capitán ardido
la dura mano al fieltro retorcido.Y en este punto, el hierro de un villano
parte su vena a la indefensa mano.
No se contrae su rostro de granito
ni la villana acción le arranca un grito;
inclina el porte, tiende a la cuitada
la mano ensangrentada
y vuelve a pronunciar: ‘Gracias señores;
que si sólo he querido
a la dama y su honor hacer honores,
ahora, con esta herida, habré podido
ofrecerle en mi mano rojas flores.Ceremoniósamente
pasó la dama, él inclinó la frente,
y en la diestra leal que le tendía
la sangre a borbotones florecía.
Se compuso incluso un soneto a su admirable valor:
“Héroes gloriosos, pues el cielo
os dio más parte que os negó la tierra,
bien es que por trofeo de tanta guerra
se muestren vuestros huesos por el suelo.
Si justo es desear, si honesto celo
en valeroso corazón se encierra,
ya me parece ver, o que sea tierra
por vos la Hesperia nuestra, o se alce a vuelo.
No por vengaros, no, que no dejastes
a los vivos gozar de tanta gloria,
que envuelta en vuestra sangre la llevastes;
sino para probar que la memoria
de la dichosa muerte que alcanzastes,
se debe envidiar más que la victoria.”
Los protagonistas:
Cervantes
Miguel de Cervantes Saavedra, que sirvió en el tercio de Don Miguel de Moncada como soldado, escribió sobre estas unidades militares.
Apodado el Manco de Lepanto, toda su vida quedó sacudida por dicha batalla. Hijo de un hidalgo arruinado, como hombre de su tiempo, buscó fama y dinero en la vida soldadesca. Destinado en el eterno Flandes, el Tercio del Capitán Lope de Figueroa del que formaba parte – el mismo al que sirvió mucho después Lope de Vega – fue reclamado para que tomara parte en la «Santa Liga» que se proponía presentar duelo al turco.
A grandes rasgos sostuvieron la victoria: la compañía de Cervantes, la galera la Marquesa, soportó uno de los ataques de mayor crudeza. Fueron víctima de una sangría de la cual solo Cervantes y unos pocos pudieron salir con vida.
El joven escritor de Alcalá de Henares se encontraba con fiebre en la bodega del barco cuando fue informado de que el combate amenazaba con engullirlos.
«Señores – ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura», bramó el escritor de solo veintiún años que, pese a las protestas de su superior Francisco San Pedro, fue puesto a cargo de 12 soldados junto a los cuales situó su vida en liza.
Cervantes fue herido por dos veces en el pecho y una en el brazo. No fue necesaria la amputación, pero el escritor perdió la movilidad de la mano izquierda “para gloria de la diestra”.
La actuación no pasó desapercibida por Don Juan de Austria. Sin embargo, la galera en la que regresaba fue embestida por piratas berberiscos cerca de la costa catalana. El escritor fue cautivo.
A pesar de protagonizar el intento de varias fugas, el elevado precio de su cabeza condenó a Cervantes a pasarse media vida encarcelado.
Una vez liberado también pasó varias veces por prisión en España. En una ocasión por requisar grano perteneciente a la Iglesia para abastecer a la Armada Invencible.
Este soneto está basado en los tercios de infantería española:
–Desa mesma manera le sé yo –dijo el cautivo.
–Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo –dijo el caballero–, dice así:De entre esta tierra estéril, derribada,
destos terrones por el suelo echados,
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada,
siendo primero, en vano, ejercitada
la fuerza de sus brazos esforzados,
hasta que, al fin, de pocos y cansados,
dieron la vida al filo de la espada.
Y éste es el suelo que continuo ha sido
de mil memorias lamentables lleno
en los pasados siglos y presentes.
Mas no más justas de su duro seno
habrán al claro cielo almas subido,
ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
Algunas frases de «El Quijote».
“¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!”.
“La virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos.”
“La ingratitud es hija de la soberbia.”
“Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.”
“La sangre se hereda y la virtud se aquista; y la virtud vale por sì sola lo que la sangre no vale.”
“La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”.
“¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!”
“Por la libertad, asì como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida.”
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.
“Y verá el mundo que tiene contigo más fuerza la razón que el apetito.”
“Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro.”
“No huye el que se retira.”
Quevedo
… en España se satisface con la espada a las veras y con la pluma a las burlas, 1638.
Posiblemente a razón de su cojera o de su acomodada posición social nunca alcanzó a enrolarse en compañía alguna; sin embargo, sus dilatados servicios como espía y su mítica fama como hábil espadachín le hacen merecedor de ser tenido en alta belicosidad.
El poeta pasó su juventud en una Italia infectada de ágiles venenos y no menos abundantes lances de espada a las ordenes del duque de Osuna –apodado por los turcos el Virrey temerario por lo audaz e intrépido de sus acometidas–.
En este poema, llamado “Al rey Felipe III”, engrandece el poderío del monarca y alaba sus ordenes y actuaciones en cuanto al tercio:
Escondida debajo de tu armada,
Gime la mar, la vela llama al viento,
Y a las Lunas del Turco el firmamento
Eclipse les promete en tu jornada.Quiere en las venas del Inglés tu espada
Matar la sed al Español sediento,
Y en tus armas el Sol desde su asiento
Mira su lumbre en rayos aumentada.Por ventura la Tierra de envidiosa
Contra ti arma ejércitos triunfantes,
En sus monstruos soberbios poderosa;Que viendo armar de rayos fulminantes,
O Júpiter, tu diestra valerosa,
Pienso que han vuelto al mundo los Gigantes.
Calderón de la Barca
Fraguado en el Madrid de la época, desde su juventud se vio envuelto en rencillas que le obligaron a enrolarse en el ejército para prevenirse de malas estocadas.
Tenido en fama de gran espadachín, constan varios duelos singulares de los que salió vencedor, participó en diferentes fases de la guerra de los 30 años, entre otras en la inmortal rendición de Breda.
En sucesivos reenganches al ejército, la mayoría causados por su ligereza tirando de acero, se distinguió como soldado en el sitio de Fuenterrabía (1638) y en la guerra de Cataluña (1640).
Su muerte marca el fin del Siglo de Oro en lo literario, en lo militar, a tales alturas, andábamos también de honrosa retirada.
El autor de La vida es sueño es la nítida prueba de que hasta la última gota derramada de los Tercios de Flandes era sangre superdotada.
El soldado español de los Tercios
Este ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que el adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira como procede.Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho
no adorna el vestido el pecho
que el pecho adorna al vestido.Y así, de modestia llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo menos.Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados.
En esta Octava perteneciente a Las Comedias, la llamada “El Sitio de Breda”. Se explica que pese a la perdida de la ciudad de Breda a manos de las fuerzas holandesas, aunque las tropas españolas tuvieron que salir de la ciudad, se marcharon con la cabeza muy alta, sin un ápice de temor y tristeza en sus rostros.
El Sitio de Breda
Estos son españoles, ahora puedo
hablar encareciendo estos soldados
y sin temor, pues sufren a pie quedo
con un semblante, bien o mal pagados.Nunca la sombra vil vieron del miedo
y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto.
Sólo no sufren que les hablen alto.Estos son españoles, ahora puedo
hablar encareciendo estos soldados
y sin temor, pues sufren pie quedo
con un semblante, bien o mal pagados.Nunca la sombra vil vieron del miedo
y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto;
sólo no sufren que les hablen alto.No se ha visto en todo el mundo
tanta nobleza compuesta,
convocada tanta gente,
unida tanta nobleza,
pues puedo decir no hay
un soldado que no sea
por la sangre de las armas
noble. ¿Qué más excelencia?
Garcilaso
Nacido entre 1498 y 1503 y muerto en 1536, se inspiró en los tercios y en el temor que provocaban a los enemigos.
Su primer contacto con la milicia fué como miembro de la guardia regia de Carlos V, con el cual combatió en la Guerra de los Comuneros, donde fue herido. Por ese tiempo, su integridad personal volvió a verse comprometida en la expedición de socorro a la isla de Rodas en 1522.
Garcilaso también gozó de la amistad del Gran Duque de Alba, lo que habla muy bien del gusto del noble castellano para elegir amigos, al que acompañó en no pocas campañas.
Malherido de gravedad en tres ocasiones, el poeta –que alcanzó a ser maestre de campo– parecía empeñado en quedar enterrado en el destino que, como soldado, había escarbado en torno así.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:Que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?…..
El temor enajena al otro bando;
el sentido, volando de uno en uno,
entrábase importuno por la puerta
de la opinión incierta, y siendo dentro,
en el íntimo centro allá del pecho
les dejaba deshecho un hielo frío,
el cual, como un gran río en flujos gruesos,
por medulas y huesos discurría.Todo el campo se vía conturbado
y con arrebatado movimiento;
sólo del salvamento platicaban.
Luego se levantaban con desorden;
confusos y sin orden caminando,
atrás iban dejando con recelo,
tendida por el suelo, su riqueza.Las tiendas do pereza y do fornicio,
con todo bruto vicio obrar solían,
sin ellas se partían; así armadas,
eran desamparadas de sus dueños.
A grandes y pequeños juntamente
era el temor presente por testigo,
y el áspero enemigo a las espaldas,
que les iba las faldas ya mordiendo.César estar teniendo allí se vía
a Fernando, que ardía sin tardanza
por colorar su lanza en turca sangre.
Con animosa hambre y con denuedo
forceja con quien quedo estar le manda.Como lebrel de Irlanda generoso
que el jabalí cerdoso y fiero mira,
rebátese, sospira, fuerza y riñe,
y apenas le costriñe el atadura,
que el dueño con cordura más aprieta;
así estaba perfeta y bien labrada
la imagen figurada de Fernando,
de quien allí mirándolo estuviera,
que era desta manera bien juzgara.
Aldana
Sobrino de Bernardo de Aldana –maestre de campo de inabarcables hazañas– desde joven desarrolló una incansable labor militar: actuación sobresaliente como capitán en la batalla de San Quintín de 1557; herido de mosquetazo en el sitio de la ciudad de Alkmaar en Flandes; y, finalmente, caído en combate en la batalla de Alcanzarquivir, en 1575, donde era el máximo responsable de la infantería española allí destinada donde perdió la vida el rey Sebastián de Portugal, artífice de la demente idea de conquistar la parte oriental y más feroz de Marruecos.
El Gran Duque de Alba fue mecenas, protector, superior y amigo de Francisco de Aldana, lo cual aparte de garantizarle una franca vía de financiación, le aseguró una trayectoria militar de una gravedad al alcance de solo unos pocos hombres de su época.
Para demostrar cual era la calidad de su compromiso como guerrero se podrían enumerar las decenas de batallas en las que se contó con su acero. No obstante, la mayor prueba de su fidelidad quedó retratada cuando ésta le arrastró a la muerte en Marruecos.
Aldana falleció en una batalla de la que desde el principio su instinto de viejo soldado le hizo desconfiar. La falta de recursos y de disciplina hacían vislumbrar la fatalidad. Cuando Francisco de Aldana fue reclamado para esta campaña ya se encontraba retirado de la vida militar:
“El hábito de mi soldadesca ya se rompió y me será fuerza procurar otro de más seguridad.”
Mientras estáis allá con tierno celo,
de oro, de seda y púrpura cubriendo
el de vuestra alma vil terrestre velo,sayo de hierro acá yo estoy vistiendo,
cota de acero, arnés, yelmo luciente,
que un claro espejo al sol voy pareciendo.Mientras andáis allá lascivamente,
con flores de azahar, con agua clara,
los pulsos refrescando, ojos y frente,yo de honroso sudor cubro mi cara,
y de sangre enemiga el brazo tiño
cuando con más furor muerte dispara.Mientras que a cada cual, con su desiño,
urdiendo andáis allá mil trampantojos,
manchada el alma más que el piel de armiño,yo voy acá y allá, puestos los ojos
en muerte dar al que tener se gloria
del ibero valor ricos despojos.Mientras andáis allá con la memoria
llena de las blanduras de Cupido,
publicando de vos llorosa historia,yo voy acá de furia combatido,
de aspereza y desdén, lleno de gana
que Ludovico al fin quede vencido.Mientras, cual nuevo sol por la mañana,
todo compuesto, andáis ventaneando
en haca, sin parar, lucia y galana,yo voy sobre un jinete acá saltando
el andén, el barranco, el foso, el lodo,
al cercano enemigo amenazando.Mientras andáis allá metido todo
en conocer la dama, o linda o fea,
buscando introducción por diestro modo,yo conozco el sitio y la trinchera
deste profano a Dios vil enemigo,
sin que la muerte al ojo estorbo sea.
Lope de Vega
Cuando alguno de sus contemporáneos quería atentar contra el aparatoso orgullo de Lope de Vega le mentaba su timorata carrera militar. Pese a sus esforzados intentos –dirán muchos que no suficientes– por granjearse un provecho militar, la suerte no le favoreció en las dos grandes campañas en las que se aventuró: la batalla naval de las Azores 1582, y la infortunada empresa de la llamada Armada Invencible.
Aunque en principio las dos campañas mencionadas no son mala ocasión donde distinguirse, lo cierto es que no ha trascendido que el Fénix de los Ingenios tuviera un comportamiento imperioso en ninguna de ellas. La batalla de las Azores –la primera gran contienda de la historia entre galeones– se saldó con una aplastante victoria de los bajeles españoles frente a la escuadra franco-portuguesa.
El Tercio del legendario Lope de Figueroa, en el que servía el propio de Lope de Vega, tuvo un papel determinante en el desarrollo de la refriega al protagonizar la defensa del San Mateo:
Ceñí en servicio de mi Rey la espada
antes que el labio me ciñese el bozo
que para la católica jornada
no se excusaba generoso mozo
…..
De pechos sobre una torre
que la mar combate y cerca,
mirando las fuertes naves
que se van a Inglaterra,
las aguas crece Belisa,
llorando lágrimas tiernas.
En su libro “Tandem Aquila Vincit”, algo así como: “Por fin venció el águila” recoge con gran detalle las operaciones de la campaña:
Arde el bauprés, mesana, árbol, trinquetes,
como si fueran débiles tomizas,
coronas, aparejos, chafaldetes,
velas, escotas, brazas, trozas, trizas,
Brandales, racamentas, gallardetes,
brioles, aflechates son cenizas,
amantillos, bolinas y cajetas,
estay, obencaduras y jarcías.
Ya del cabo del balde no se trata,
porque desde la gavía hasta la quilla
el añudado leño se desata,
y el fuego hasta las bombas aportilla.
Crece la luz, la llama se dilata,
la aguja, la bitácora y la silla
deja el piloto, viendo las estrellas
del Norte en la menor de las centellas
No acaba con lo reseñado, como era de esperar, el registro de la obra de Lope de Vega en clave marinera:
Cadenas desherradas, eslabones
tablas rotas del mar en sus riberas
tronchadas astas de alabardas fieras
reventados mosquetes y cañones,
ruinas de combatidos torreones
a cuya vista forma blancas eras
el labrador, jirones de banderas
abollados sangrientos morriones;
jarcias, grillos, reliquias de estandartes,
cárcel, mar, guerra, Argel, campaña y vientos
muestran en tierra o templo suspendidas
Y así mis versos en diversas partes,
mi amor cautivo, el mar de mis tormentos
y la guerra mortal de mis sentidos
La comparación de sí mismo con una nave es reiterada:
Rota barquilla mía, que arrojada
de tanta envidia y amistad fingida
de mi paciencia por el mar regida
con remos de mi pluma y de mi espada
Así muchos más
Podría seguir poniendo ejemplos. Sería complicado y demasiado extenso hacer alusión a toda la literatura relacionada con los Tercios Viejos.
Quizás se me han escapado algunos detalles importantes, pero he puesto lo que más me han llegado e inspirado de a mi personalmente.
La cultura no sólo no está reñida con el arte de las armas, sino que como vemos me parece imprescindible conciliar ambos mundos una vez más para que la sociedad recobre de nuevo una dirección adecuada.
Termino la entrada a la antigua usanza. Existe un brindis, yo que no bebo alcohol, cuyo autor es D. Eduardo Marquina, de su obra “En Flandes se ha puesto el sol” , de 1910 (que ya antes mencionábamos), y que pone en boca de su personaje el Capitán de los Tercios don Diego de Acuña:
«¡Por España!
y el que quiera defenderla,
honrado muera.
Y el traidor que la abandone,
no tenga quien le perdone,
ni en Tierra Santa cobijo,
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos.»
:::::::::::::::
Si queréis podéis revisar los links que adjunto a lo largo del texto. Aquí os dejo uno de los más destacados en relación directa de la «Esgrima antigua y la Eskrima:BY MATT GALAS.