Eskrima es movimiento, es expresarse con y a través de la armas.
Gracias a Eskrima he hecho grandes amigos, hace años tuve la suerte de que «mi hermano mayor en las artes marciales», Paco Romero, me regalara un libro en uno de sus viajes a la capital mundial de las artes marciales, Los Ángeles.
El Arte de expresarte.
El título decía mucho:
«The art of expressing the human body». Su autor, John Little.
En aquella época Bruce Lee y su arte renacían de nuevo con al creación del «Núcleo de Jeet Kune Do«. Estoy hablando de finales de los noventa.
Ha pasado mucho tiempo, mi camino viró hacia otros derroteros, pero aún guardo la sensación de haber creído entender algo sobre lo que luego sería mi camino dentro de la Eskrima.
Movimiento, simplicidad, arte, funcionalidad, expresión… todos conceptos sinónimos de algo íntimamente relacionado con el combate, más aún si hablamos de Eskrima.
Enseñando
Cuando enseño o me dedico a mi práctica hago mucho hincapié en que hay que «disfrutar en movimiento«.
Esto, a parte de ser algo inherente a mi práctica, viene reforzado por la influencia de la Eskrima de Manong Cacoy , GM John Mac. y Magtutudlo Ramon Rubia.
Hace tiempo mi Maestro me preguntó por qué me apasionaba tanto el arte de la Eskrima, mi respuesta coincidió con su propuesta:
«Eskrima me hace sentir bien».
Me explico; si portas un arma y empiezas a golpear, te dejas llevar (sin patrones predefinidos), no piensas (hacerlo bien o mal sobra), no te limitas (la supervivencia no entiende de correcto o incorrecto), fluyes y sueltas todo (relajado es como surge todo), surge la magia del movimiento.
Magia
La magia de la Eskrima, esa Eskrima «invisible», tan poco explorada, alejada de misticismos sin sentido, surge cuando eres capaz de no limitarte y fluir con el caos más vivo.
Los «estilos» son formas restringidas de entender las estrategias. Herramientas transitorias, caducas, con las que cincelar tu arte, tu forma de entender el combate.
Así que mejor disfruta tu Eskrima, sé sincero contigo mismo, busca ser efectivo y el arte, lo estético, vendrá a buscarte.
Sin objetivo
No tener objetivo es quizás el mejor de los objetivos.
Si hay una intención determinada, si quieres hacerlo bien a toda costa, es cuando menos bien lo habrás, te alejas irremediablemente de la pureza del movimiento. Pretender hacer algo a la perfección es la mayor de las imperfecciones.