Contar historias que directamente relaciono con mi mundo de Eskrima, de esas que encuentran en horizontes distantes el sabor de lo lejano y hunden sus raíces en una tradición ya desaparecida, es uno de los motivos por los que existe este blog especializado en el trabajo de armas.
Para viajar en el tiempo no hace falta ir muy lejos. Dar un paseo por ciertas calles de nuestras ciudades puede desvelar grandes momentos que conviene recordar y tener en cuenta como parte de nuestra cultura y tradición marcial.
Pura historia
España es una tierra rica en historias de armas. Sobre ellas se cimentaron gestas que construyeron mundos olvidados y que dejan una huella indeleble en las almas de aquellos que aun respetan y honran a sus protagonistas.
Ya he hecho alusión en mi blog a una época que considero fundamental, el siglo de oro, o como me gusta llamarlo el siglo de «la pluma y la espada«.
Ir a Madrid y recorrer las calles en las que sus personajes vivieron y murieron es una gozada total. Una experiencia 100% recomendable.
Hace ya un tiempo mi buen amigo (y profesor de BJJ) Carlos Barea, de paseo por uno de los barrios más singulares de Madrid, Lavapiés, se encontró con una calle que se llama «de la esgrima». «Tienes que venir alguna vez por aquí» me dijo, y ahí NO quedó la cosa.
Viajando
Hace poco, en una tregua de estas que a uno le da la vida, y después de mucho tiempo, pude ir de visita a la capital de España, Madrid.
Como no podía ser de otra manera nos quedábamos en Lavapiés. Es una situación estratégica, cerca de todo y con un niño de dos añitos es importante tener esto en cuenta. Era una gran aventura, inolvidable. Primer viajito en familia.
Una vez allí era casi una obligación visitar aquella calle que dibujaba en el tiempo grandes historias relacionadas con las armas. Estaba en los planes y lo cumplimos.
Para seros sinceros me siento mucho mas identificado con estas parte de la historia de capa y espada que con las de princesas ciegas y los fantasmas de palacio. Me estremezco al pensar en nuestra historia, nuestro legado y ver cómo se olvidan tantas y tantas gestas de nuestros antepasados.
Al poco de que Carlos meses antes me comentara sobre aquella calle y movido como siempre por la curiosidad, comencé a investigar.
Todo lo que descubrí me empujó mucho más (si cabe) a querer andar por allí. Respirar un poco de un pasado con el cual me identifico, mostrar a mi hijo parte de su legado y de camino dejar constancia, con esta entrada, de qué fue lo que ocurrió allí, aquí y para los resto, es muy inspirador.
Calle de la Espada y Calle de la Esgrima
Las tradición de las dos calles de las que estoy hablando están íntimamente relacionadas.
Nos remontamos al siglo XVII y viajamos a dos pasajes de la Madrid más castiza:
La Calle de la Espada, que tiene su origen en la Plaza de Tirso de Molina y que termina en nuestro siguiente destino la Calle de la Esgrima.
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Calle de la Espada
En la «Casa del Inquisidor» un maestro de esgrima levantó su escuela. Parece que la escuela estaba situada en el mismo patio del corralón. Como reclamo publicitario, el profesional tirador colgó una espada de una cadena junto a la puerta de la sala de armas.
Afirmaba sin reparo alguno que la espada perteneció a un noble francés al que batió en duelo. Éste al parecer la había usado en varias batallas épicas y para rizar el rizo el arma decía otorgarle poderes fantásticos (un vende humo de aquella época).
Durante años el maestro de esgrima enseñó a muchos tiradores el arte de la espada en este corralón, entre sus alumnos se contaban Don Félix Lope de Vega y su hermano, entre otros.
El dueño de la casa, harto de no cobrar los pagos de la renta y deseoso de demoler la vivienda para reedificarla, echó de allí al maestro de esgrima acusándolo de pendenciero y malas formas para con el vecindario.
Como sabía del valor que tenía la espada se quedó con ella en compensación por las deudas.
Por un litigio con los frailes del vecino convento de la Merced no pudo completar la obra de demolición y la espada quedó allí colgada dando definitivamente nombre a la calle.
Se dice que el Duque de Alba, paseando de camino a su palacio vio la espada allí apostada y se encaprichó de ella, había escuchado sus fantásticas historias. El dueño de la finca, que aún se encontraba en pleitos con los monjes, no dudó en aceptar la oferta del aristócrata, y desde entonces la espada pasó a formar parte de la colección particular del duque.
Como anécdota y aunque no tenga mucho que ver con el asunto, en esta misma calle, concretamente en el número 3, nació la escritora infantil Gloria Fuertes el 28 de julio de 1918.
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Calle de la Esgrima
Esta calle nace justo en uno de los límites del castizo barrio de Lavapiés. El nombre de la calle viene dado porque evidentemente allí hubo una escuela de Armas.
El mismo maestro de esgrima que impartía lecciones en la calle de la Espada y del que antes hicimos referencia, se desplazó aquí para continuar con su labor docente.
Este nuevo corralón pertenecía a un viejo mercader de libros, que se lo alquiló por veinte ducados al año.
Además de su labor como profesor, los días festivos el maestro de esgrima prestaba el espacio para que los madrileños pudieran llevar a cabo allí sus asaltos. No todos iban a “divertirse” y hubo varios escándalos, algunos contendientes se retaban a muerte en este lugar.
El sonido de las armas, el trasiego de personajes ilustres (y no tanto) y las inclinaciones desafiantes de los tiradores de la escuela hicieron que el ambiente de la sala fuese un tanto peculiar. Se cuenta que algunos alumnos se entretenían retando y molestando a los transeúntes.
El maestro de esgrima al final fue amonestado por las autoridades lo que le obligó a cerrar la sala sólo para sus alumnos, entre los que se encontraban, por poner algún ejemplo, los pajes del duque de Lerma, valido de Felipe III.
Patio recreado en la casa original de Lope de Vega. Militar, escritor y sacerdote.
Termino esta entrada con una frase del novelista, ensayista y poeta inglés Aldous Huxley (1894-1963) que da sentido a una perspectiva sobre las leyendas con la cual me identifico. Lecciones de historia:
Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.
Recordemos, aprendamos y respetemos nuestras raíces porque sin ellas no sabemos hacia donde vamos.
Muy interesante Jose.
Es una pena que con toda la historia que tenemos, cada vez se le preste menos atención.
Muy cierto Jesús, tenemos una gran historia y somos especialistas en olvidar.