Eskrima trascendiendo lo físico.

A lo largo de mi camino en las artes marciales, y en Eskrima concretamente, me he podido ir dando cuenta, gracias a la influencia de grandes maestros, y del uso de las armas, que llegado el momento oportuno, la lucha trasciende lo puramente físico.

Eskrima trasciende lo físico.

Si hay algo que me llamó la atención de la Eskrima en mi juventud, era lo práctico que me parecía esto de aprender a usar armas con miras a poder defenderme en la calle.

Las armas me enseñaron un lenguaje que poco tenía que ver con todo lo que podía haber visto y experimentado hasta aquel momento.

Cuando fui en búsqueda de conocimiento, la siguiente sorpresa venía de manos del que sería mi Maestro desde entonces, Magtutudlo Ramon Rubia, la lucha era mucho más que algo físico, era también algo que se estudiaba, algo que rozaba lo científico, pero también algo con cierto sabor «espiritual».

Me enamoré del concepto del movimiento aplicado a la funcionalidad más rabiosa, aceptando que debía empezar un camino de simplicidad en el que abandonaría para siempre la inocencia de mi adolescencia marcial.

Una frase resuena cada día en mi cabeza, tiene un «poder» especial, viene directamente de Nong Banoy, Maestro de mi Maestro:

«La verdad está en el movimiento»

Y aquí empieza todo.

El tiempo no pasa en balde.

Con el paso del tiempo y como parte de un proceso que escapaba a mi control, me topé con el mundo de la noche, algo que era esporádico se convirtió en mi sustento. Tuve que afianzar y abrazar ciertos conceptos, simplificar mucho mi arsenal. Ésto me ayudaría de forma incalculable en los momentos realmente complicados.

La clave fundamental tiene nombre propio: gestión del estrés. Esta idea empezó a revelarme que la simpleza que llevaba tiempo buscando se encontraba justo delante mía:

«Si no te mueves te cazan.»

El proceso de aprendizaje y madurez se ramifica hacia muchos caminos que convergen en una misma dirección.

La edad va haciendo acto de presencia y aunque me siento joven, las secuelas, las lesiones, los tiempos de recuperación, los miedos, la velocidad con la que percibes el paso del tiempo… hace que me cuestione muchas más cosas que antes.

La perspectiva cambia. Y cambia a mejor. El movimiento empieza a mostrarse como algo que trasciende lo puramente físico y se acerca a lo «espiritual».

Actuando actual.

Es en el momento en el que empiezas a buscar formas alternativas de suplir cierto «poderío físico» del que antes echabas mano con aparente facilidad para resolver algunos problemas en combate, algunas interesantes alternativas empiezan a revelarse.

Ya no vale aquello de aguantar un golpe duro para entrar con todo, y «acabar la faena». Ahora resuena con más fuerza e intensidad la idea de «no ser golpeado» (don’t get hit), pulir ciertos conceptos, ciertos atributos que empiezan a convertirse en una obsesión.

  • Economizar, simplificar, estrategias, engaños, la «suerte» (como elemento estructural de algo bien planificado y desarrollado) y cierto anhelo de ayuda que va más allá de uno mismo…

La vida hace que te vayas centrando en ideas como la prevención, la forma de comportarte, de hablar, de mirar, de posicionarte y de pensar… buscas un equilibrio que sabías que existía, pero que obviabas porque simplemente era el momento de demostrarte otras cosas.

El uso de las armas, centrarte en sus beneficios y la madurez de años frente a ellas te dan las claves que llevas buscando desde siempre.

Armas, realidad y madurez.

El entrenamiento con armas confiere cierta idea de superación, también superioridad, para qué negarlo. Ambos conceptos caminan en paralelo. Más grande es el tipo, más sitios donde pueden aterrizar tus armas…

Más disciplinado te vuelves, más transferencia y conocimiento te ofrecen las armas, más libre eres. Lo dice uno de los más afamados comandantes de los Navy Seals Jocko Willink:

«Discipline equals fredom».


Las armas tienen una forma muy particular de enseñarte, casi siempre relacionada con el dolor o con pagar «caro» tus propios errores.

Como veis en la foto de portada, hay una simbología del movimiento en mantener una mano cerrada (la del arma) y otra abierta (suele ser la izquierda), alfa y omega, diestra y siniestra, sinundanag ung katapusan, por la que la energía discurre libre de principio a fin. Aquí comienza y termina todo.

Entonces empiezas a sentir lo antes considerabas demasiado fuera de tu círculo, de tu mundo. Es algo parecido a sintonizar una cadena de radio que antes nunca habías escuchado.

Es algo complicado de explicar; yo lo llamo la «mística de las armas

Las mística de las armas.

La espiritualidad bien entendida y sin complejos absurdos, es algo en estrecha relación con la mística guerrera. Si observáis el panorama militar, las fuerzas especiales, o grupos guerrilleros punteros, todos se encomiendan a algún tipo de santo, arcangel, deidad… o creencia «espiritual».

  • La historia está plagada de grandes Reyes y Emperadores, grandes guerreros y gobernantes que se afanaban en entender las leyes del más allá para, llegado el momento, no temer a la muerte y caminar directos allá donde se fuese con honor, gloria y asegurándose un buen sitio donde descansar eternamente.
  • Es simple, se enfrentan, se enfrentaban, a la vida y a la muerte en términos mucho más reales que cualquiera que nosotros.

Lo decían y lo vivían los antiguos samurai con su Bushido (preceptos Budistas), en Eskrima y en las artes marciales también lo tenemos.

A mi entender es un proceso muy personal que va ligado a la experiencia combativa y al tipo de vida que nos haya tocado vivir.

Cuando te enfrentas a menudo con situaciones difíciles, reales, ajenas a lo que la gran mayoría puede vivir, tarde o temprano necesitas echar mano de algo que trascienda lo puramente físico, lo entendible, lo racional… es simplemente eso, una necesidad, quieres volver a casa sano y salvo, esto es todo. Sabes que no sólo depende de tí y ahí es donde se abren cierto tipo de puertas, de anhelos.

Estamos llenos de paradojas, me hago cargo de ello, y esta es una de las más grandes a las que me enfrento día a día.

Causalidades.

Haca un tiempo tuve la oportunidad de entrevistar para este blog a una de las personas que más sabe de la mística de las artes filipinas, Virgil Apostol que escribió el libro «Way of the ancient healer«.

Os recomiendo que echéis un vistazo a la entrevista, sobre todo porque habla nuestro mismo lenguaje, es actor, es Eskrimista y es sanador.

En las conversaciones previas a la entrevista pude confirmar que efectivamente su conocimiento era muy profundo, a tal punto que tuve el honor de que me concediera lo que algunos llaman un «anting-anting» (o protección) en forma de oración, perfeccionando algo que yo ya hacía. Es algo que me ayuda a estar presente, tranquilo.

Todo esto puede parecer demasiado fuera de lugar, lo cierto es que me sorprendo a mi mismo hablando abiertamente de estas cosas. Pero a estas alturas de la película es más una reflexión que una realidad como tal.

He pasado por muchos procesos, he estado años aprendido a meditar, he formado parte de grupos como «terapeuta del alma», he trabajado diferentes sistemas de Yoga, he trabajado las regresiones, he sido «propietario» de un centro de retiro y meditación, he tomado ayahuasca, he estudiado diferentes religiones y he leído más de lo que he sido capaz de asimilar sobre este y otros mundos (que están en este)… y nada me ha ayudado tanto como mi camino dentro de las artes marciales, nada era tan real y místico al mismo tiempo como enfrentarme a mi mismo reflejado en otro, armas en mano, presente, aquí y ahora.

Esta idea me dio las claves para ir en la dirección correcta del agradecimiento…

Procesos.

La mente inicia el proceso, el corazón las sigue, las armas la forjan y el tiempo las asienta.

Sea como sea y sin poder añadir palabras que definan con la suficiente lógica algo que es inexplicable, habiendo buceado conscientemente en el mundo de lo metafísico y lo espirituoso, os puedo afirmar con rotundidad que incluso el que no cree en nada, cree en algo (aunque sea en algo material y sustentado por la razón).

En nuestro caso, y teniendo presente la fragilidad de lo que somos, encomendarse al más alto, sea lo que sea, con el nombre que tú mismo le confieras, es un gesto que calma nuestra alma.

En Eskrima tenemos grandes ejemplos de mística guerrera, SGM Momoy Cañete era conocido por Eskrimador y por Healer (sanador), Nong Banoy, uno de sus discipulos más cercanos también… muchos han creído y creen fervientemente en sus oraciones y protecciones…

Da igual cómo lo llames, da igual que ahora te sientas muy superior a todo esto y te creas mejor que otros por no creer en nada. La mayor parte de las veces esto se debe a un confort que te ha sido dado.

Te aseguro que llegado el momento, cuando el peligro te sondee,cuando salgas de tus zonas de confort, cuando veas que algo te trasciende, que no eres capaz de entender cómo ni porqué ocurren ciertas cosas, que la casualidad no lo es tanto y que todo escapa a tu control porque hay algo que gestiona el caos por tí, quizás entenderás esta entrada…

Al final se trata de esto, de estar despierto, de la realidad que imprimen las armas, de la transferencia mística que conlleva seguir caminando como un guerrero hasta el fin de nuestros días.

«Cuando más tiende una cosa a ser permanente, más tiende a carecer de vida».

Jose Díaz Jiménez

Jose

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