Han sido mucho los casos, a lo largo de mi camino como profe de Eskrima (organizando seminarios con mis maestros, siendo yo el ponente, dando clases…), de personas que han podido ver las diferencias de trabajo que existen entre los dos extremos (bien diferenciados) del arte: Kali vs. Eskrima / Arnis.
La mayoría de ellos, puedo afirmar y afirmo, no han aprendido nada (o menos que nada), porque nada quisieron aprender.
Entono el «mea culpa», soy muy mal profe:
no supe detener mis armas a tiempo y éstas (no yo), golpearon con agudeza afilada a más de uno y de dos.
No querer ver:
Sí señor: no hay peor ciego que el que no quiere ver y como el movimiento de demuestra andando, pocos son lo que están dispuestos a caminar. Disculpen los ofendidos, no es que tenga yo la verdad atada o prisionera (escurridiza ella) en mi cuarto de estar, es mucho más simple que todo esto.
- Si no sabes andar ¿cómo pretendes correr?
- Si no sabes agarrar el arma, desplazarte, no sabes sobre el uso de la mano izquierda, si no sabes qué es la mecánica corporal, si no entiendes de posicionamiento…
- Si no sabes nada o menos aun ¿porqué pretendes lucir como si lo supieras todo? a modo de ejemplo: saber lanzar un Jab no te legitima como boxeador, echar sal a la comida no te convierte en un buen cocinero, cortar con un bisturí no te hace buen cirujano ¿o sí?
Eskrima no es un complemento, no es ese cinturón que queda bien con cualquier traje (de difunto)… esto es mucho más profundo, Eskrima es el alma de porqué vistes así.
Ok, lo sé, «sufro» las consecuencias en silencio:
Eskrima es la menos atractiva de la fiesta. Nos toca pues bailar con la más fea. Es lo que tiene la simplicidad. Es lo que tiene el trabajo duro a largo plazo.
Aunque suene a chiste, recuerdo ahora mismo el cuento del autor danés Hans Christian Andersen: «El patito feo». Es quizás una de las primeras veces en las que alguien habla abiertamente de lo que ahora se llama «bullying».
A simple vista parece un cuento en el que la moraleja principal es que la verdadera belleza reside en el interior.
Dando vueltas al asunto y meditando al respecto, para mi la verdadera moraleja no trata tan sólo sobre la belleza interior, sino sobre la capacidad latente de crecer y mejorar, sí… esos atributos que faltan a muchos porque para ellos crecer es tener un nuevo certificado que colgar en una pared infectada de desconocimiento que no de «descondicionamiento«.
Crecer es todo un proceso de «ruptura» con el pasado. O te rompes o no creces.
No puedes avanzar con el lastre de lo que crees saber. Algo siempre permanece: el cambio. Observar es interesante, ver lo que la gente en realidad busca (sin saber qué busca) en el mundo de la Eskrima es inquietante, lo resumo rápidamente:
- Drills vs. Combate, para poder flipar y crear una Matrix fantástica de autoengaño.
- Certificados vs. Constancia, para poder fliparlo al son de papelitos con los que limpiarse el orto.
- Postureo vs. Simpleza, para lucir como guerreros filipinos de ojos redondeados y camisetas chulas.
No puedes acercarte a la Eskrima con paradigmas enquistados de otras artes, lo digo porque a mi me me pasó, tuve que lanzar todo a la basura y comenzar de nuevo:
«vacía tu copa para que pueda ser llenada y ganar la totalidad».
Artes Marciales Filipinas dicen ¿y qué es eso?, Kali dicen ¿Y qué es eso?
Vale, sí… cada cual es libre de entrenar y equivocarse tantas veces quiera, pero señores, hasta que no quiten de sus ojos las venda que los conducen directamente a un precipicio sin fondo, tendrán una seria enfermedad de complicado pronóstico.
No se confundan, que no, que no soy yo ejemplo ni mesías de ningún arte, que «la verdad es una tierra sin camino«, que no soy el que más sabe.
Eskrima no necesita de intermediarios ni funcionarios del absurdo, su evangelio, el mensaje a descifrar, se fundamenta en la simplicidad. Sólo digo y bien claro que a la hora de salvar la vida, los juegos de patio «infanticidas» no les van a ayudar en absolutamente nada.

Durante uno de los seminarios del X3M Fight en Quito, Ecuador.
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