Eskrima y «técnicas correctas».

Eskrima es un trabajo de depuración técnica (conceptos que hay detrás).

Eskrima y técnica son sinónimos. Antes de seguir profundizando quisiera definir qué es para mi eso de «técnicas.»

Eskrima & técnicas.

Cuando estudias y analizas el movimiento desde una perspectiva combativa te das cuenta de que lo realmente importante es lo que subyace detrás de lo puramente técnico y que me gusta definir como «conceptos reales«.

Esos «conceptos reales» no son nada abstractos, todo lo contrario, son los detalles específicos dentro del contexto por el que se usa una técnica, que al fin y al cabo son los vehículos que usamos para desplazarnos del punto A al B.

Resolvemos problemas técnicos a través de nuestra capacidad de fluir libremente de un movimiento a otro.


Historias de mi historia.

La idea de esta entrada surgió porque recordé una anécdota de mi adolescencia.

Yo siempre he practicado artes marciales, desde que tengo cuatro años gracias a dios no he parado. En el instituto yo era el personaje más vergonzoso posible, algo acomplejado por mi delgadez y tímido como pocos.

Debía ser de los primeros cursos de instituto. Recuerdo a poca gente y pocas anécdotas de aquella época.

Un día cualquiera llegamos a clase de gimnasia. Recuerdo que el profesor imponía bastante. Era grande, fuerte y tenia locas a todas las niñas. Como novedad, ya que siempre hacíamos el mismo tipo de deportes (fútbol, baloncesto, boley…), aquel día se le ocurrió que haríamos prácticas de «lucha.»

Prácticas de lucha.

Preguntó en clase quien sabría salir de un agarre de muñeca. Muy tímidamente y mirando de reojo, esperando que alguien más lo hiciera, levanté la mano, con la intención real de que no me viera.

Era esa doble sensación de no querer y a la misma vez, acto adolescente donde lo haya, una forma de retarme a mi mismo. Creo recordar que todo se resumía a que en clase había una chica que me gustaba (aquello era misión imposible) y quizás era el momento de demostrar mis «super poderes».

Yo por aquella época hacía Yawara, un tipo de Jiu Jitsu (por simplificar el asunto), con un programa muy específico en el que este tipo de cosas se practicaban hasta la saciedad.  Aquello me encantaba, debo reconocer que también estaba en plena adolescencia marcial.

Por suerte en clase había algunos más que practicaban Artes Marciales y levantaron la mano antes que yo, eso me alivió bastante. El profesor los cogió a ellos primero, eran más grandotes y más «cool» que yo, él podría demostrar su buen hacer con más intención. El caso es que para mi sorpresa no pudieron/supieron salir del agarre. 

El turno no deseado.

Llegó mi turno. Dentro de mi deseaba que se le hubiese olvidado que yo estaba allí. Yo no suponía ningún reto para el profesor, eso estaba más que claro.

Me llamó a que saliera y el corazón casi me estalla. Me puse tan nervioso que me costaba caminar. Ahí estaba frente a él, el tiempo se detuvo, me sostuvo por las muñecas con «mucha fuerza», o a mi es lo que me pareció. Yo era tan delgado que sus manos daban tres vueltas al cerrarlas sobre mis muñecas.

Intenté calmarme y mentalmente lo que hice fue viajar a clase y recordar qué era lo realmente importante: salir por el pulgar.

Con algo de esfuerzo, busqué el ángulo que consideré adecuado y subí lentamente, no confiaba mucho en mis posibilidades, pero no perdía nada por intentarlo, las muñecas me ardían, igual que mis mejillas, para mi sorpresa tras un breve forcejeo y siguiendo al pie de la letra lo que había aprendido, el agarre se soltó.

Debo confesar que me quedé algo confuso. La falta de confianza en mi mismo me decía que el profesor probablemente se había dejado. Pero acto seguido y mirándolo de soslayo, me di cuenta de que no había sido así.

No pretendía faltarle el respeto, pero supuse que había metido la pata. Sin pensárselo mucho me sostuvo de nuevo las muñecas (que estaban rojas como tomates), con más fuerza, esta vez si me pareció que «aquello era de verdad un reto.»

Puso cara de pocker y miró al resto de la clase (los nervios casi me paralizan ahí mismo), con esa típica sonrisa de «superioridad» como diciendo; «aquí mando yo.»

Luchar de lucha.

Noté como mis mejillas se encendían aun más. Ahora sí que la había cagado pensé, no podría salir de allí y haría un ridículo espantoso delante de clase. Se me pasó de todo por la cabeza, incluido darle una patada en la entrepierna o en la tibia, como solía hacer en clase de artes marciales, pero rápidamente reprimí aquel impulso, mejor pasar vergüenza allí mismo que en el despacho del director más tarde.

Me puse a trabajar en soltar el agarre por instinto, dejé de pensar. Me posicioné como pude e intenté replicar lo anterior. Esta vez sí que me costaba. El profesor se movía conmigo y la cosa se puso «un poco más tensa.»

Busqué cambiar algo en mi estrategia, evidentemente lo de antes ya no me funcionaba. Corregí un poco mi posición, busqué diferentes ángulos de mis brazos, incluso intenté dar un tirón por si lo pillaba desprevenido, pero nada me funcionaba.

De repente me di cuenta de que estaba sudaba mucho, la camiseta empapada, y la cara ardiendo, lo recuerdo como si fuese ayer mismo.

Instantes eternos.

Después de un momento (que a mi me pareció una eternidad), sus dedos pulgares empezaron a ceder poco a poco. Odecidió no corregir la posición, o no se le pasó por la cabeza, o simplemente no sabía, eso nunca lo sabré, quiero creer que me ayudó un poco.

Primero se soltó un pulgar, luego el otro y metiendo algo de presión (un poco a lo desesperado) logré salir de allí una vez más, dando unos cuantos pasos hacia atrás por el desequilibro de que se soltara el agarre. Mi reflejo inmediato fue mirarme las muñecas, las tenía super enrojecidas, no me molestó, eran mis «heridas de guerra». 

Contuve mi alegría por educación, pero la verdad es que lo estaba flipando.

Yo no escuchaba nada (los nervios estaban haciendo bien su trabajo), mis compañeros, acostumbrados a que yo fuese una sombra, imagino que se quedarían igual de extrañados que yo.

Logré mi objetivo, salir del agarre y ganar un poco de confianza de mi mismo. De ahí que insista tanto en lo importante que es la práctica marcial para niños, jóvenes, adolescentes, mujeres…

El profesor era muy buen tipo, me felicitó (imagino que mi buena actitud ayudó) y me preguntó como salí de aquellos agarres (él evidentemente lo sabía) y que por favor lo dijera al resto de la clase.

Rojo como un tomate de la vergüenza alcancé a decir que lo importante no era la técnica (de ahí haber escrito la entrada), porque de hecho había cambiado de la primera vez a la segunda que me había controlado las muñecas, lo realmente importante había sido «el concepto» de salir por el pulgar.
¿Final feliz?

Así quedó la cosa. No se repitió aquello de que yo tuviera que salir delante de clase.

Siempre he sido un estudiante bastante regular, pero gimnasia se me daba bastante bien. Siempre evitaba destacar todo lo posible, mi idea era pasar lo más desapercibido posible por el instituto y sinceramente creo que lo logré.


La clave está en lo dicho:

«… lo importante no era la técnica, porque de hecho había cambiado de la primera vez a la segunda que me había controlado las muñecas, lo importante era «el concepto» de salir por el pulgar.»

El problema se enquista cuando dejamos que las técnicas nos atrapen y limiten.

Técnicas sin importancia.

«Hay muchas maneras de hacer las cosas, pero pocas de la forma correcta.»

En Eskrima y por extensión en «autodefensa» ponernos «bajo presión» es fundamental porque desarrollar nuestra capacidad de discernir y ser capaces de usar esos «conceptos reales» de los que estoy hablando en el momento que realmente lo necesitemos.

Con la práctica adecuada estos gestos, estos conceptos precisos se van a transformar en «gestos técnicos adecuados y necesarios para una situación real

Es simple:

«Sin realidad no hay Eskrima«. 

Fases de aprendizaje:

Sin entender los procesos que nos llevan en la dirección adecuada nos vamos a perder más pronto que tarde.

Recordad por un momento las fases del aprendizaje y por favor preguntaos en qué estadio creéis que os encontráis ahora mismo.

Ojalá seáis críticos con vosotros mismos y os empujéis a crecer:

  1. Aprender la técnica.
  2. Seguir la técnica.
  3. Disolver la técnica.
Mi humilde consejo es:
«Olvídate de una vez por todas de acumular técnicas complejas y céntrate en acumular experiencias simples.»

Jose Díaz Jiménez

Jose

Expect the unexpected...

4 comentarios

  1. Que artículo tan bueno, y que historia tan chula.

    Hay tantas frases buenas que no me decido cual volver a citar 🙂

    Gracias José!!!

    • Gracias Oscar, me mola ilustrar los conceptos aplicables a Eskrima con mis cosas de mi vida, aunque no le importe a nadie ajajjajaajajaak. 😉🙏

  2. Muy muy bueno. Este relato me gusta mucho. Yo veo la técnica como la forma «ideal» o «matemática» para que la persona empiece a encaminarse a los principios, en tu ejemplo, salir por el pulgar. Se siente muy bien cuando empieza a ocurrir en el sparring. A mi me hace flipar: «¿Cómo llegué aquí? ¡Ah claro!» Y sientes esa bombilla que se prende, esa sensación de placer en general. Se me hizo más simple cuando dejé de pensar en desplazamiento «X» y empecé a pensar en movimiento, creo que ahí es donde se alcanza la verdadera fluidéz… no el baile que muchos pintan como «fluidéz» mientras tiran golpes al azar. Cualquiera hace lo que le place bajo un ritmo autoimpuesto ¿pero adaptar el movimiento bajo los ataques de otro? Eso es increíble.

    • Gracias Miguel por el comentario, adaptación es supervivencia, no hay otra.

      Saludos!

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