En esta ocasión os cuento la anécdota de cuando conocí a mi Maestro Ramón Rubia en L.A California, y cómo esto supuso un cambio radical de dirección en mi concepción de lo que significa la Eskrima y las artes marciales en general.
Los datos biográficos (que ya empiezo a contar por décadas), me ayudan a configurar y expresar mucho mejor algunas ideas que enseño en mis clases desde hace ya tiempo.
Explico y hago hincapié hasta la saciedad en un asunto fundamental: no se trata tan sólo de golpear, sino de como somos capaces de ejecutar con eficiencia esos parámetros de movimiento destinados a golpear.
Estetipo de anécdotas, de experiencias, han ido configurando mi forma de entender la Eskrima.
Cuando decidí ir a conocer a mi Maestro Ramón Rubia lo que me empujaba era una imperiosa necesidad de conocimiento y de transgedir mis propios límites.
Coger un avión con 20 pocos años y volar a Los Angeles yo solo, fue un sueño que se hacía realidad, y el comienzo de algo muy grande.
Mi background en artes marciales a pesar de mi juventud era distendido, pero con muchas lagunas. Pensaba yo, empujado por el ímpetu de la juventud, que ya sabía algo. Eso de «mover el palo» no se me daba mal. Ya, por aquel entonces, sabía que no debía decir la palabra «Kali» para referirme al arte que estaba a punto de empezar a descubrir con Magtutudlo.
Me habían avisado mi mentor Javier Arrieta y Ed Wedding, alumnos y amigos de Ramón y que ya habían visitado mi casa hacía poco tiempo. Con Ed, organicé un primer seminario en Málaga en el que también participó Arrieta (clases magistrales de BJJ, Thai y Eskrima).
Empezaron a quedarme claras algunas diferencias de lo que yo había entrenado con respecto a lo que era la Eskrima más antigua. Aun así pensé que no era para tanto.
Recuerdo como si fuese justo ayer la primera vez que vi a Ramón. Yo estaba muy nervioso. Esperaba en la sede de la ya desaparecida Academia I.S.A (International Self-Defense Alliance) en L.A – California.
Allí estaba yo, en la recepción de la Academia, cuando entró un tipo (filipino) de estatura media, gorra de beisbol (al revés), comiendose un hamburguesa y unos palos colgados del hombro de la forma más informal posible.
Luego entendería que esa informalidad forma parte implícita del arte de la Eskrima. Huella de identidad de un arte que no se limita a los cánones preestablecidos de las artes marciales al uso.
«Ey!! tú eres Jose, amigo de Javier». Sí, claro, pocos españoles más había allí. Mi inglés era muy deficiente, pero el suficiente para enterarme de mucho más de lo que era capaz de hablar. Muy cortés él, se disculpó (llegaba un poco tarde). Su hijo pequeño acababa de nacer y como es lógico, eso trastoca los horarios de cualquier padre bien avenido.
Se presentó, me ofreció un poco de su hamburguesa y buscó donde sentarse. Me pareció tan cercano que me extrañaba esa sensación de «no maestro», no estaba acostumbrado a esto. Parecía que lo conocía de toda la vida.
Tenía ganas de ver cómo era su Eskrima, pero él se me anticipó. «Ok José empecemos, déjame ver cómo te mueves, haz un poco de amara (como boxeo de sombra con el arma)». Inmediatamente pensé que lo dejaría impresionado. Como antes dije eso de mover el palito se me daba muy bien.
Joven e inexperto me dispuse a dar toda una lección de habilidad y maestría. Empecé dándolo todo. Palo para allá, palo para acá, filigrana por aquí, filigrana por allá. Al poco me dijo que me detuviese y pensé: «lo he dejado perplejo, que máquina soy«.
«Te mueves bien José» me dijo. Eso engordó mi ego, justo para que luego dijera (y me destruyera): «pero no he visto ni un golpe en tus movimientos, sólo has bailado con el palo en la mano«. Me sentí hundido en la miseria. Acto seguido se levantó y lo que vi me dejó petrificado.
La potencia que desarrollaba cuando golpeaba era impresionante, pero es que aun más impresionante era ver como se desplazaba y se movía. No buscaba el arte, la estética fluía sola porque lo que hacía era encontrar la efectividad desde el movimiento.
Vi que uno de los errores más comunes dentro de lo que muchos llamaban Eskrima era que se había perdido el concepto de la mecánica corporal, que incide directamente en la forma correcta de golpeo.
Fijar el foco en los «pequeños» detalles (que marcaban una diferencia abismal con lo que yo creía saber) se tornaba fundamental. El resultado de aquella primera sesión se hizo notar el resto de mi estancia allí y el resto de mis días al servicio de la Eskrima.
Durante dos días (literalmente) no puede pegar ojo pensando en la impresión que me produjo lo que allí había ocurrido. Eso abrió las puertas a un mundo muy diferente. Al que no todos están dispuestos a llegar.
La simplicidad, la economía de movimiento, los desplazamientos, las trayectorias… la Eskrima es ciencia aplicada al combate me dijo.
El sistema de golpeo dentro de la Eskrima, centrado en el filo, es un proceso largo. Conectar el arma con la esencia misma del movimiento reflejado en la mecánica que desarrolla el cuerpo es un asunto simple pero nada fácil.
La humildad es grandeza. Los verdaderos maestros comen hamburguesas y se sientan a tu lado, acompañan en el proceso, pero no imponen. Te empujan para que crezcas y te desvelan cosas de ti, que pocos más han podido ver.
Gracias Maestro !!!!
5 comentarios