Es irónico asistir al teatro de la vida, cuando se representa una y otra vez como una plataforma irrisoria , donde muchos incrédulos pretenden jugar sus cartas, a la vez que intentan engañar a todo ser viviente que se les acerque. Que sea o no naturaleza humana, la verdad que no escribo hoy para analizarlo, pero me sorprende y me afano en descubrir el porqué la gente primero se engaña a sí misma y luego pretenden engañar a los demás.
Hay una premisa fundamental sobre la que todos en algún momento de nuestra vida tendríamos que reflexionar: no hacer lo que no queremos que nos hagan. Y sí, está claro, alguna vez lo hemos hecho, hemos caído en la culpa, llevados sabe dios porqué y hemos entrado en una espiral de la que no sabíamos bien como salir. Bueno, somos humanos, la diferencia está entre cronificar esa actitud o aprender de ella.
Sea como sea el que intenta ser conscientes de sus actos, enmienda tarde o temprano su actitud, el que no es consciente, o peor aun, no quiere serlo y hace del engaño su forma de vida, es de quien más tendremos que alejarnos.
La falsedad tiene varios apellidos, pero el peor de todos es cuando se trama sobre personas que intentan realmente evolucionar, ayudar o en última instancia progresar en la vida sin dañar a otros.En definitiva, la falsedad es una de las peores enfermedades.
Y sin duda la peor de las falsedades es la que se trama sobre las ilusiones de las personas. La mentira suele tener más peso que la verdad, y cuando una mentira es creida como verdad, será prácticamente imposible desatar tal enredo. Poseedores de la verdad hay muchos, y lo curioso es que en realidad, nadie la tiene.
Imaginemos esa verdad como un gran cuadro, una gran obra de arte, esta obra de arte es tan grande, que no alcanzamos a verla por completo…nos quedamos con lo que vemos y encima le damos una organización, presumimos conocer el todo habiendo observado tan solo algunas partes…proclamar esa verdad como auténtica es una falacia, una absurda mentira que se contagia demasiado rápido.
Krishnamurti, mi filósofo de cabecera, en su discurso de “ la disolución de la orden de la estrella” dijo: “Quizás recuerden ustedes la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el bolsillo. El amigo preguntó al diablo:«¿Qué recogió ese hombre?» «Recogió un trozo de la Verdad», contestó el diablo. «Ese es muy mal negocio para ti, entonces», dijo su amigo. «Oh, no, en absoluto», replicó el diablo, «voy a dejar que la organice»
Pretender vender un trozo organizado de la verdad, como algo indiscutible y categórico, se convierte sin duda en una gran falsedad. La falsedad se vuelve promiscua cuando encima y después de todo cambia dependiendo de las circunstancias beneficiosas o no y pretende engañar la inteligencia del contrario…y esto es lo que si cabe, me saca más de quicio, hay gente tan absurda que no solo cree sus mentiras, sino que se las contradicen y como recién he dicho, asalta y falta presumiblemente a la inteligencia del que pretende engañar…
Ser honrado es justo lo contrario al engaño, partiremos desde la base de la búsqueda de la honradez con uno mismo, trabajo complicado donde los haya, ya que siempre nos justificaremos a nosotros mismo y a nuestras mierdas culpando a otros o a las circunstancias de nuestras falsedades. Mentirnos a nosotros mismos es una broma de mal gusto con un final nada feliz. Mentir a otros, puede tener un final aun peor. La sutileza del engaño, el jugar con la convicción de la otra persona y la mala fe de la situación son historias que en definitiva están marcadas y nos ocurren porque algo tenemos que aprender de todo esto.
La desconfianza es un arma de doble filo, ya que terminan pagando justos por pecadores. Más que desconfianza, la enseñanza que puede aportarnos enfrentarnos a un engaño de estas magnitudes es: saber valorar nuestro interior, a reconocer que a pesar de los pesares confiamos en algo por lo que en su día apostamos y que aun habiéndonos equivocado por malas “compañías” y malas gestiones de la confianza, tenemos la suficiente entereza de levantarnos y continuar caminando, a saber que no todos son como esos pobres personajes vacíos por dentro y llenos de ego desnutrido, y sobre todo aprenderemos a ser más guerreros, a poder mirarnos al espejo afrontando nuestras mierdas y la de los demás y no deseando al mentiroso la mentira, sino el aprendizaje, en todo caso doloroso de lo ruin que está siendo una vida cimentada sobre flacos pilares, roidos por la desidia de la desesperanza. No te sientas vulnerable o menos inteligente si eres víctima del engaño…aprende, observa…y lucha !!!!
José Díaz Jiménez