Tom Bisio, entrenando con Momoy Cañete, San Miguel Eskrima.
Continuamos con nuestro viaje por el tiempo…si hay algo que me haya movido a traducir estos textos, es precisamente la sensación de disfrute cuando a través de las palabras uno puede llegar a visualizar la imagen de un Maestro que ha marcado la historia de la Eskrima con su humildad y su buen hacer para con el Arte «Orihinal» de la Eskrima y las Artes Marciales en general…
En esta segunda parte Tom Bisio continúa narrando de una forma muy peculiar sus andanzas y experiencias junto a GM Momoy Cañete y todo lo que rodeaba aquella situación, acercándonos a una forma de entender la vida y la lucha muy diferentes a lo que estamos acostumbrados.
Da así el autor en la clave de muchos de los sentimientos que me unen a la Eskrima como a ningún otro Arte. Son estos, sin duda, unos escritos que no os dejarán indiferentes (si de veras buscáis la autenticidad de lo que es el Arte), alejándonos de las fantasías y mentiras que tanto abundan en este desbarajustado mundillo de pseudo-eskrimadores.
La Eskrima, como podréis leer, no necesita de fantasía para tener un sabor muy típico y especial.
Training with Filemon “Momoy” Canete
Parte Segunda by Tom Bisio ( traducción José Díaz).
Practicamos con Momoy 6 horas al día, 6 días a la semana. Después de la sesión de la mañana parábamos varias horas durante las horas más calientes del día para reanudar por la tarde. En una sesión típica podríamos practicar la Forma San Miguel (también llamada «Seguidas»), un ejercicio con cerca de 600 golpes, nueve o diez veces, a veces a toda velocidad. Momoy conducía los movimientos de pie delante de nosotros, diciendo en voz alta las secuencias y el tipo de golpes en los momentos adecuados, lo que nos obliga a responder con movimientos evasivos y una serie de golpes de contra. De igual forma que un conductor él controlaba la velocidad y el tiempo de nuestro rendimiento, por lo que se asemejaría mucho a un combate real.
La práctica de la Forma San Miguel sería seguida por otras formas, ejercicios por pareja, desarmes y Combat Judo. También se practicaba con variedad de otras armas, como el látigo, cadenas y lanza. A veces Momoy sacaba un par de espadas largas, con hojas de acero y podíamos practicar rutinas de bloqueo y chequeo con chispas que volaban cuando las hojas chocaban.
San Miguel y las otras formas, tales como el Círculo y la Cruz, Pardo Cebu y San Nicolás, estaban siempre en un constante estado de revisión. Momoy había creado formas especialmente para sus estudiantes extranjeros. A mi llegada, después de varios años de ausencia, nos mostró las nuevas mejoras en las formas ya aprendidas. La Forma de San Miguel cambiaba con cada nueva visita. La secuencia original era considerablemente más corta que la que yo enseño hoy. Momoy parecía desconcertado por mi insistencia en escribir las cosas. Tal vez era porque él sabía que de todos modos la forma iba a cambiar. Por lo que pude observar, él mantuvo todas las secuencias, muchas de ellas largas y repetitivas, en su cabeza utilizando algún esquema que yo no podía comprender.

GM Momoy Cañete con la Lanza
Momoy era famoso por su habilidad para idear formas y ejercicios de entrenamiento – Se le atribuye la creación de muchas de las formas enseñadas por el Club de Doce Pares. Siempre sabía cuando Momoy ideaba una nueva forma, porque se sentaba mirando hacia el infinito, chocando su mano rítmicamente en su muslo. Sus estudiantes atribuían su capacidad para «componer» las formas a su talento para escribir canciones y música para la guitarra. Varias de las canciones que él escribió se interpretaban en los programas de radio locales. Durante mi última visita a Cebu, en 1987, Andrés Cañete tocó un bolero que Momoy había escrito para la guitarra, mientras que la esposa de Momoy, Indayon, cantaba maravillosamente sobre corazones rotos y amores perdidos.
Momoy había pasado muchos años trabajando con las armas más inusuales, como el látigo y los cuchillos para lanzar. Su hermano Euologio me dijo que cuando Momoy trabajaba como conductor de autobuses, se llevaba sus cuchillos para practicar los lanzamiento mientras esperaba a los pasajeros. Construimos una plataforma para lanzar cuchillos y Momoy nos enseñó los rudimentos del arte con los cuchillos que había diseñado él mismo. Tenía lanzamientos desde todos los ángulos y distancias, y aunque no había practicado en años, sus lanzamientos fueron precisos y ajustados en todo momento. Después de eso, cada vez que teníamos un minuto libre, los pasaríamos en frente de nuestra plataforma para lanzar.
El látigo era mi némesis. Yo nunca había trabajado con un arma como esta antes. Me llevó varias semanas antes de que pudiera conseguir una cranck ( sonido que hace el látigo) decente. Mientras tanto, me golpeé las piernas hasta que fueron de color rojo con ribetes y casi me vacío un ojo varias veces. Yo insistía ya que empecé a ver que el látigo tenía mucho que enseñar sobre la energía y el timing. Finalmente pude realizar una variedad golpes diferentes y gradualmente romper latas sobre un poster con el fin de desarrollar la precisión. Me fue mejor con la Cadena, una cadena larga con un mango y que tenía un pequeño peso en el extremo, aunque a día de hoy, las armas flexibles, como el látigo y la cadena, son con las que menos me gusta practicar.
Momoy nos mostró la técnica minuciosa de tejer látigos. Pasaba muchas tardes tejiendo pacientemente y reparando las cuerdas con sus fuertes manos. Durante estos intervalos, sus estudiantes filipinos a menudo desaparecían para echarse una siesta. Me gustaba sentarme con él mientras trabajaba. Aunque la barrera del idioma limitada la conversación, disfrutaba simplemente sentándome en silencio con él, nunca aprendí el don de hacer látigos.

GM Momoy observando una clase con Nong Junior y Nong Freddie ( trabajo de Dos Armas)
No sé si puedo transmitir con palabras la alegría que Momoy expresaba en todo su ser cuando cogía el palo y la daga y comenzaba a moverse. Cuando lo conocí, él ya tenía 75 años y había estado practicando Eskrima durante más de cinco décadas, sin embargo, nunca dejó de estar emocionado y entusiasmado con el Arte. Para hacerte ver que lo estabas haciendo bien lo haría mostrando una sonrisa en su cara. Cuando practicaba siempre tenía un brillo en sus ojos y un cigarrillo encendido colgando con desenfado en sus labios. Sus movimientos eran suaves y fluidos, llenos de una especie de poder informal. Recuerdo que pensé en un principio que sus golpes no parecían tan poderosos. Como si leyera mi mente me golpeó con un aparentemente corto y perezoso golpe. Era mucho más potente de lo que podía haber imaginado. Después de esto yo no dudé nunca más.
La dedicación de Momoy al Arte me inspiró mucho. A principios de los 80 se convirtió en casi ciego por cataratas. Durante dos años siguió practicando y enseñado, su hijo Andrés y Junior Mendoza lo llevaban por todas partes. Después de una operación que le devolvió la vista, dejó de fumar y llevaba gafas casi todo el tiempo. La última vez que lo vi tenía 83. Aunque su modo de andar parecía ser inestable por la calle, en el momento en que cogia un palo, sus movimientos eran tan suaves y firmes como siempre. Nunca dejé de sentirme impresionado por esta transformación.
El Arte de Momoy estaba centrado en el uso de el palo y daga. Se podía sentir que esta era la verdadera Eskrima, ya que con la daga no puede haber errores. Como me dijo más de una vez, «incluso una daga de madera puede matar.» Momoy prefería la espada y el palo largos, de 33 o más pulgadas, y fruncía el ceño con las armas cortas utilizadas por los especialistas del cuerpo a cuerpo. De los golpes básicos y contras, a ejercicios más complejos y palusot, la progresión fue sistemática y exhaustiva. Muchos de sus ejercicios de entrenamiento traían a la mente una partida de ajedrez, en el que hay que pensar varios movimientos por adelantado y tener en cuenta todas las reacciones posibles y medidas a adoptar. Su sentido de la distancia y del Timing eran impecables. Observándolo a él pude ver de que uno puede moverse más lento y aun así llegar primero.
Momoy era bien conocido como un sanador en los barrios de la ciudad de Cebú. Durante la práctica, los pacientes llegaban al patio y se sentaban en un banco junto a la pared, esperando pacientemente sus tratamientos. De vez en cuando durante estos descansos, Momoy los trataba con «curación por la fe.» Decía que su poder venía de Dios y que se desarrollaba por concentración en la oración. Él curaba una enfermedad tocando y recitando palabres (palabras), o orascion, como se les conoce en Cebu. Me habló de las palabres para sanar a los enfermos, exorcizar el mal e incluso anular a un oponente, así como fascinantes historias de seres invisibles, demonios y magia negra. Una vez nos contó una historia de un demonio que había exorcizado en una iglesia local. El Cura había tratado de expulsarlo para decir misa. Momoy procedió a hacer una imitación muy divertida del demonio allí sentado con los brazos cruzados sobre el pecho. Debía tener una expresión muy seria en mi cara, porque él y su esposa de inmediato se echaron a reír.
Lo vi sacar una espina de pescado de la garganta de una mujer con un ligero toque mientras murmuraba palabres en voz baja. Él trató de forma similar a mi músculo gravemente dañado. No me sentía mucho mejor durante el tratamiento, y estaba preparado para ser amable y decir que me sentía mejor. Cuando terminó, me puse de pie y sentí como un crujido, parecido a un ajuste quiropráctico. Inmediatamente me sentí mejor, el músculo todavía estaba dolorido, pero el dolor punzante se había ido.
Momoy trató de enseñarme su método de curación, pero su fe en mi capacidad era más fuerte que la mía. Sentí que la naturaleza de su poder se basaba en una visión diferente de la realidad, derivada directamente de los sistemas que tenían que ver con el contacto con la naturaleza y de creencias de la que formaba parte. En retrospectiva, creo que lo que hacía era muy similar a los métodos de curación china Qi Gong.
Su generosidad se revelaba también de otras formas. Cuando diez estudiantes de Estados Unidos y Canadá me acompañaron a entrenar con él en 1987, pagamos por nuestras clases con varios miles de dólares. Unos días más tarde, su nuera me llevó aparte y me pidió que no le diera grandes sumas de dinero de una vez. Al parecer, él había dado la mayor parte,en menos de una semana, a los amigos y vecinos, que, sabiendo que estaba temporalmente bien, inmediatamente pedían un préstamo. Aunque él era un hombre pobre, les daría el dinero( sin tener que devolverlo) a los que necesitan alimentos u otras necesidades, incluso a costa de su propia familia.
Si él era pobre en bienes, Momoy era rico en espíritu. Aunque no pudo completar su educación formal, a su manera era un hombre del Renacimiento – un genio en el campo de las artes marciales, un consumado músico y compositor, y un sanador dotado. Cuando murió en 1995, me arrepentí de haber tardado en volver a verlo una vez más. Pero valoro el tiempo que pasamos con él y su intercambio desinteresado de la experiencia de toda una vida dentro de la Eskrima. Lloré su muerte tanto como Eskrimador, como hombre.
Buenísimo!!!
está genial, es como una máquina del tiempo…» que tiempos aquellos «.