No desistir, ser fiel a ello, es quizás uno de los motivos que aun me empujan a continuar escribiendo. Desde 2011 dedico mucho tiempo a estar delante de un teclado que a veces parece escribir por mi y otras me atrapa en callejones sin salida.
Angostos derroteros que no dejan espacio por donde moverse y que encierran enclaves de constancia olvidada donde me dejo fluir con descaro.
Los limites de la paciencia tienen fecha de caducidad. Ésta parece renovarse cada poco y allí donde uno decide que ya es suficiente, surgen ideas, energías y personas que insuflan ese aire fresco y necesario para dar un paso más.
Cuando quiero alejarme definitivamente de esta desgastada y vieja compuradora, me acuerdo del Maestro Galeano, y de aquello que un día leí sobre su concepto de utopía:
«¿Para qué sirve la utopía si cada vez que me acerco a ella se aleja de nuevo un poco más?». -preguntaba el alumno.
«Para seguir caminando». – respondía éste con absoluta grandeza.
Cuando las cosas no funcionan.
Considero, me gusta creer que este blog es una herramienta que el arte de la Eskrima ha decidido tomar como medio de expresión revolucionario de su movimiento más ancestral.
No pretendo gustarle a todos, «dios me libre de ello!!».
Este blog dejó de funcionar víctima de sí mismo o sabe dios de qué tipo de «conjuro» universal. Ha sido un mes en el que no he podido publicar, pero en el que he meditado sobre el propósito real de «tanto esfuerzo». Éste es un trabajo que en ocasiones siento estéril.
Nada que ver con su forma ni contenido, son buenos, sino por el tipo de repercusión (a veces escasa) que la información aquí dada pueda llegar a mover.
Buscar la simpleza está justo en las antípodas de lo que se puede considerar fácil. Escribir sobre algo tan específico me conduce a laberintos que aparentan no tener salida. No encuentro grietas por las que escapar, los limites de la paciencia me ponen a prueba en demasiadas ocasiones.
Esa sensación de vértigo absurdo no cesa. Esto, lejos de frenarme, me empuja más allá de mi mismo.
Ataques invisibles.
Un virus decidió tomar estas páginas infectando todo un servidor (destrozando páginas importantes). Ha sido un mes de batalla en el que la ayuda inestimable y desinteresada de dos grandes amigos ha hecho posible que vuelva, con aspecto renovado y energías redobladas a escribir para mi… y para quien quiera leerme.
Sergio Jiménez de Soastec y Gonzalo Montalvo, han trabajado para que este blog de un arte tan poco conocido como la Eskrima vuelva a posicionarse en la red, se los agradezco más de lo que piensan porque para mi este medio es importante.
Seguiré susurrando alto y claro, porque gritar es de «merdellones» (palabra malagueña que aplicamos para describir a alguien mal hablado, vulgar, ordinario), para ir, grano a grano, reconstruyendo mi refugio Eskrimador.
Nada pasa por nada, lo sé, por esto vuelvo con las cosas mucho más claras.
Hay toda un legión de hordas fantasmagóricas que creen tener conocimiento de un arte (la Eskrima) que se les escapa de entre las manos. Por pura lógica y sentido común (el menos común de los sentidos) no se puede sustentar la verdad cuando no hay calidad humana detrás del que practica.
La política, bailes de salón grotescos, me trae sin cuidado, sus representantes, más aun. La verdad está encriptada en el movimiento y las armas no mienten, me reitero cada vez más en esta afirmación.
Mi verdad
Hablar de mi verdad, en éste mi medio, es totalmente lícito en cuanto en tanto puedo sostener absolutamente todo lo que digo con un arma en las manos, en movimiento y sin miedo a demostrarlo. Me consta que son pocos los que pueden hacer este tipo de afirmación. Aquí estoy de nuevo, luchando por y para la Eskrima.
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