Eskrima y «el valor de tu trabajo».

Enseñar Eskrima.

Enseñar Eskrima es una de esas cosas que pueden llegar a transformar.

A mi me cambió la vida enfrentarme a esto de enseñar. Mi acuciada timidez casi que me impedía hablar en público (y no se me entendía), pero sin embargo, con un arma en las manos y la certeza de saber qué hacía, todo cambiaba. Esto perspectiva me dio fuerzas para superar y mejorar ciertos aspectos de mi forma de afrontar la vida.

Tengo la certeza de que Eskrima es un arte que basado en las armas y el movimiento puede ayudar, como herramienta fundamental, a que las personas tengan una mejor calidad de vida, física y mental, pero claro esto puede venir motivado por la pasión que yo mismo le profeso a este arte marcial o como se diría en inglés «Fighting Art».

Cuestión de falta de respeto.

Aquí, y hablo de mi tierra, a la gente que nos dedicamos, ya sea full time o de manera «causal» a enseñar, se nos toma muy poco en serio. El decir que enseñas artes marciales aun hoy día sigue siendo motivo de risas incómodas (te ven como a un frikie preadolescente – aunque es cierto que muchos lo parecen), parece que no es algo serio, y no veo algo tan serio como ser capaz de transmitir la importancia de empoderarse de la propia autodefensa (perdón por la rebusnancia).

Muchas veces allegados, conocidos y/o peor aun, desconocidos… te sueltan aquella frase, que seguro os suena a más de uno: «A ver si un día quedamos y me enseñas eso de los palos».

Esta frase viene de todo tipo de personas. Primero «eso de los palos» los aleja irremediablemente de cualquier gesto positivo por mi parte (si va acompañado de la palabra Kali, ya ni os cuento), es como si quiero jugar futbol y te digo «vamos a practicar eso de la pelotita». Y segundo, si piensas en cualquier otro ámbito de la vida, con poca gracia le dices a alguien «a ver si quedamos y de paso…» lo cual incluye la gratuidad del asunto (al menos que sea un caradura, que de esos también abundan).

Si no somos nosotros los que valoramos nuestro trabajo, pocos lo van a hacer.

En mi caso y en estos tiempos que corren Eskrima está suponiendo una gran ayuda gracias a que el grupo de gente que me rodea se ha comprometido con la práctica, en estos contextos evidentemente todo cambia mucho.

Historias de historias…

Rescato una historia que está por las redes, seguro que la encontráis en otros formatos (yo también la he transformado un poco para hacerla más afín a mi entrada), pero que deja clara la importancia de valorar nuestro propio trabajo, considero que es una forma de respeto hacia nosotros mismos y hacia el arte que mostramos,

ES importante tener siempre presente aquello de que «donde enseña uno aprenden dos», pero para llegar a ese punto hay que partir del respeto mutuo.


Esta historia es en parte real, en parte ficción, pero seguro que alguno se siente identificados:

– Un tipo me preguntó hace no mucho cuanto costaba empezar a entrenar Eskrima conmigo, quería una clase privada, era de aquellos especialitos predispuestos a la deshonra. Le dije el precio, apuntando bien alto, unos 80$ a 100$, sabía por descontado por su actitud qué devendría de la pregunta y más aun de mi respuesta:

– Me dijo: ¿Por ese trabajo? ¡Eso es mucho, demasiado!

– ¿Cuánto pensabas que te costaría? Le dije esperando una respuesta mínimamente inteligente.

– Como mucho unos 20$ o gratis, tampoco es que te cueste mucho hacer ese trabajo. Además debo decirte que he entrenado con otras personas por mucho menos.

– Bien, a ver; yo he enseñado a gente por mucho más. Por esos 20$ te invito a que lo hagas tú mismo, yo te doy un par de «buenos consejos» y con eso empiezas.

– Es que yo no sé, me dijo.

– Vamos a hacer una cosa, por ese dinero (20$) te escribo un mail para que sepas de qué te hablo, te recomiendo algún vídeo que te sirva de base y todo arreglado… recuerda, esto va de gratis: debes ser constante.

Le pareció bien y aceptó. A continuación le indique lo que necesitaría para comenzar con las clases:

– Necesitas herramientas: un par de palos, unos machetes, guantes de hockey o similar, el casco para entrenar (tú solo), un dummy para golpearle (o ruedas, saco…), debes comprar una vestimenta adecuada, palos acolchados, algún cuchillo de entrenamiento y a lo mejor un pequeño tatami…

– Pero yo no tengo todos esas cosas y no voy a ir a comprarlo para una sola clase, no sé si me va a gustar la Eskrima o si voy a continuar…

– Bueno, pues por 90$ más adicionales te alquilo algunas de mis cosas, incluso te llevo a un sitio para que puedas practicar tú solo.

– “Está bien, eso suena ya diferente», me dijo. Pero ya no se le veía tan convencido como antes.

– Listo, si te parece bien, el viernes te espero para comenzar, te digo lo que tienes que hacer y a ver que tal te va.

– «Yo el viernes es que no puedo, pero hoy sí que tengo tiempo.» Me dijo como buscando la escusa perfecta para empezar cuanto antes (a veces la gente necesita de esa inmediatez para embarcarse en algo, de lo contrario se lo piensan mucho y luego no empiezan nada).

– Disculpa amigo, pero yo hoy no tengo tiempo para enseñarte nada y encima prestarte mis cosas. Además, me falta algo de lo que te comenté y puede que tengas tú que ir a comprar los elementos que necesites.

– Uy, no, que va!!! Ir a hacer colas para comprar esas cosas, desplazarme, ir a sacar dinero… me parece exagerado, no tengo tiempo suficiente. ¿Tú tienes algo de tu material ahí? ¿Podrías venderme algo de lo que llevas?

– Está bien. Solo porque quiero que veas Eskrima, voy a venderte algo de mi stock, seguro que tengo algo por ahí que te ayude para comenzar, déjame que lo mire con calma. Mañana debes ser muy puntual porque tengo más clases que dar, son gente habitual y no les puedo faltar. Te espero a las 7 de la mañana para empezar, te dejo el equipo, algún consejo y adiós muy buenas.

– ¿Sabes? Es demasiado temprano pare entrenar. Mejor te doy los 80$ ó 100$ por la clase privada, tú mandas, concretamos un día y una hora… he hecho mis cuentas y a este paso creo que va a salirme mucho más caro y complicado hacerlo por mi cuenta.


Valorándote:

Recuerda siempre que te encuentres en una situación como esta que no se cobra solo por hacer un trabajo, no regales tu Eskrima, no son cuestiones banales, se cobra por:

  • Conocimiento y experiencia.
  • Estudios, viajes, seminarios a los que fuiste e invertiste tu tiempo y dinero.
  • Materiales, herramientas e imprevistos.
  • Tu TIEMPO. Recuerda que el dinero va y viene, el tiempo no regresa.
  • Responsabilidad y garantía de que lo que enseñas es funcional.

Nadie puede ni debe denigrar el trabajo de nadie poniendo el precio que le parece, ni menospreciando su labor.

Si a alguien no le gusta tus honorarios o como enseñas, que se vaya con otro, el lowcost ha demostrado el valor que tiene, y hablando de supervivencia, la elección debería estar clara.

VALORA TU TRABAJO, VALORA TU ARTE Y VALÓRATE A TI MISMO.

Jose Díaz Jiménez

Jose

Expect the unexpected...

2 comentarios

  1. Siempre recuerdo la respuesta de un maestro (no recuerdo el nombre 😔).

    Los estudiantes pagan por mi tiempo, el conocimiento no tiene precio. Puedo devolverles el dinero, pero ellos no pueden devolverme el conocimiento.

    Gracias José.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.