Si un día inventaran la máquina del tiempo y uno pudiera elegir donde regresar, el día que conocí a Nong Mawe en Toledo City (Cebu – Filipinas) sería sin duda uno de esos momentos.
No tenía prevista esa experiencia. Fue sin duda una de esas cosas que agradeceré toda mi vida a GM Ramón Rubia. Un día nos encontramos como era de costumbre en la puerta de su casa en Mambaling y me dijo que cruzaríamos la isla hasta Toledo City (fuimos varias veces más).
Visitaríamos a uno de sus maestros GM Manuel ‘Mawe’ Lebumfacil Caballero, del estilo De Campo Orihinal 1,2,3.
El domingo por la noche (01-04-2017) me enteré de que el MAESTRO había fallecido. Estaba enfermo desde hace tiempo. La pena invadió la noche. Sabía que no dormiría bien. No me perdono algunas cosas. No haber podido volver allí es una de ellas.
Escribí a mi Maestro Ramon Rubia para confirmar la noticia. Así fue, un Gran Maestro más que desaparece (vaya temporada llevamos). Un trocito más de la Eskrima auténtica que desaparece (que poquito queda de ella).
Este es mi tributo a alguien que dejó una gran huella en mi camino «Eskrimológico».
Recuerdos que no te abandonan.
Si os soy sincero no tengo ni idea de a donde iríamos, pero aquello me parecía una gran aventura. El camino era, por decirlo de alguna manera, característico. Hace muchos años de aquello, no sé como será ahora este trayecto, pero aventura «asalvajada» define totalmente cómo fue la historia. Lo recuerdo como si fuese ayer mismo.
Me acuerdo mucho del desaparecido y grandísimo John Paez. Un filipino fuerte (culturista de la vieja escuela – en todos los sentidos) y con un pasado turbio, que nos ayudaba en todo. Siempre estaba ahí. Un gran amigo. Siempre me acuerdo de él, siempre riendo y dispuesto a acompañar. Era hijo del mítico GM «Baby» Paez, éste último leyenda del Balintawak y sobrino de Delfín Lopez, nada más y nada menos.
En aquella andábamos. Llovía, tronaba, el camino tenía más baches que un queso gruyer, paradas para comprar algo de sustento, olor a comida intenso. Gente apelmazada, sonrisas sinceras, miradas bromistas, gallos cacareando, Filipinas 100%.
Llegamos al destino.
Es interesante llegar a sitios que están casi en las antípodas de donde has nacido y tengan nombres de lugares en los que ya has estado.
Toledo de Filipinas se parece tan sólo en el nombre a la de España. Pero no deja de ser curioso ir a entrenar una Eskrima que viene de la espada, a un sitio que tiene el nombre del lugar donde se fabrican espadas en España.
El puerto, la visión de Negros Occidental en el horizonte y el medio de transporte. Comer algo antes de salir de nuevo hacia la casa del Maestro en Barrio Ibo, Toledo City.
No puedo describir lo bien que me sentía. Qué añoranza siento por Dios.
Al llegar me llamó la atención el sitio, la gente del lugar, la naturaleza, la playa. Nos adentramos por un pasillo natural, entre árboles y mariposas gigantes. Mis tobillo un tanto inflamados por las picaduras, el sudor perpetuo por la humedad. Agua sin cesar, nervios que no me dejaban.
Nos vieron y llamaron al Maestro. Se acercó un señor de apariencia recia, muy simpático. Sin camiseta, pantalón ancho vaquero y chanclas de toda la vida.
Anécdotas para toda la vida.
Ramón le dijo:
– Él es mi alumno de España, su nombre quizás te resulta familiar. José Díaz.
En ese momento en realidad yo no sabía de qué iba la película. El Maestro se me quedó mirando curioso. Miró a Ramón como no dando crédito a algo. Se dirigió a mi amablemente, con un inglés algo rudimentario.
– Are you sure?? – Do you know the name of my father.
Claro que lo sabía, por supuesto. Era el gran Maestro «J.D» Caballero. Gran Eskrimador conocido por sus «Juego Todo» y su velocidad. De camino, íntimo amigo de SGM Momoy Cañete.
– Ok, – me dijo – J.D is José Díaz, like you!!
Nunca lo habría imaginado. Resulta que yo tenía nombre y primer apellido de aquel grandísimo Eskrimador. Ramón lo sabía y se partía la caja de risa mientras me miraba. El Maestro me dio un gran abrazo. Reía también a la vez que decía, – «eres mi familia española«. Y sí, es una de las anécdotas que más suelo contar, a mi aquello me pareció muy especial. Muy mágico.
Viendo al Maestro en acción.
Si os soy sincero, pocas cosas me han impresionado dentro del mundo de la Eskrima. Pero aquella experiencia me marcó profundamente.
Además de adaptarme muy bien al estilo, pasaron varias anécdotas que me marcaron para los restos.
Antes (y después) de empezar a entrenar bebimos unos cocos que uno de los hijos de Nong Mawe Caballero recién había recogido de una de los cocoteros que teníamos al lado. El Maestro nos enseño armas que habían pertenecido a su padre. Era todo un honor estar allí.
Mis tobillos aun rechinaban un poco del dolor de las picaduras de sabe quien qué bicho maligno.
Nong Mawe se dio cuenta y al momento vino con un frasquito con un potingue negro y «viscosamente» desagradable. Me dijo que lo pusiera sobre las picaduras. Jamás pregunté qué era aquello, pero me alivió como nada de lo que pude haber probado hasta ese instante. Cosas de ellos.
Entrenando De Campo Orihinal.
De Campo es uno de los estilos de Eskrima que he entrenado con los que me siento más en sintonía. Me gusta su trabajo de distancia larga y la potencia. Esa potencia que tenía GM Nong Mawe y que tanto me impresionó.
Su arma cruzaba el aire con un sonido que nunca había escuchado anteriormente. Los cambios de ángulo, su movimiento preciso y sus pasos cortos me dejaron sin palabras.
Ya había trabajado algo del estilo con Ramón. Pero en esos momentos él era un compañero más de entreno. Me impresionó aquello de que se pusiera junto a mi, como uno más, como estudiante. Eramos los dos y el Maestro (y un grupo de gente curiosa y risueña que miraba mientras nosotros trabajábamos duro).
Empezamos por cosas básicas pero, como siempre, fundamentales. Movimientos repetitivos, combinaciones (mixing), el concepto de 1-2-3, desplazamientos, hayang-kulob…
Lo que recuerdo más vívidamente es cómo me sangraban las manos después de horas de golpeo. Cómo mis manos se quedaron pegadas (literalmente) al palo con el que estaba trabajando.
El Maestro reía por mi cabezonería. Pero yo no daría mi brazo a torcer. Tenía que demostrarme a mi mismo que era capaz de absorber todo aquello. También me dolía la mano derecha. Y no era por el arma.
En un descanso, de esos que escaseaban, le di un porrazo a un saco que el Maestro tenía colgado de un árbol. Él le daba puñetazos fuertes, muy fuertes. Pasé por su lado y le quise dar, resulta que estaba duro como un piedra y yo no lo sabía. Mis nudillos aprendieron rápido que golpear algo duro, más duro que los huesos, no es tan buena idea.
El movimiento fija la experiencia. Eso es así. El dolor retiene el momento. Esto es así.
Recuerdos y más recuerdos…
Podría contar tantas cosas. Su sistema de «dos armas» es incomparable, inmejorable. Pero imagino que le importa a muy pocos. La razón del recuerdo es la sensación de pérdida. De no haber podido regresar, de haber querido aprender más directamente del Maestro. Que desgracia que se marchen. Que irreparable se me antoja todo esto.
Ahora, gracias a dios, GM Ramon Rubia tiene mucho que mostrar. Ha aprendido directamente del Maestro durante mucho tiempo y lo más importante, gozaba de su amistad y confianza.
Nong Mawe sufrió hace años una parálisis. Ya no podía moverse como antes. Imagino que para un guerrero eso es algo complicado a lo que adaptarse. Aun así su espíritu guerrero y las ganas de mostrar el arte continuaba sin desquebrajarse lo más mínimo.
Cada vez quedan menos motivos para volver al sitio que cambió mi vida. Filipinas se aleja de mi cada vez más. Cebu parece más lejana que nunca.
Cosas del destino que no deja de golpear.
Maestro Nong Mawe, descanse en paz. Tu legado continuará, has sido una gran influencia para muchos. Gracias.
P.D: Reseña de la noticia en el «Manila Times«.
Descanse en paz MAESTRO…
Una gran pérdida. Que poquitos van quedando Oscar…